Mi querida Big-Bang:

Chútate una peli desazonante, seguida de un mojito más tosta de foie a la plancha bajo el chorro despiadado del aire acondicionado y te dará un chungo del carajo. Eso me pasa por ver cine de director griego, por aquello de la catarsis, la mayeútica y todas esas tontás que he ido atesorando en mi afán de hacerme con un barniz de cultura de los clásicos por si un Theodorakis pintón se cruza en mi camino. ¡Con lo fácil que sería meterme tres yogures densos con etiquetas del Partenón al coleto o bailar un sirtaki los segundos jueves de mes! O, en su defecto, plantarme un caftán a lo Demis Roussos, revisitar el ocaso de los dioses sin guía y sin vocación o abonarme al riesgo-país para escándalo de la Europa first class.

Sí, esto es la cruel penitencia por no haber pasado del “toi, tai, ta” en el BUP. Nena, tú a tus trapillos y a tus fruslerías, qué necesidad tienes de que te cuenten historias de terror con la de dramas real life que tienes a poco que levantes las tapas de tres o cuatro alcantarillas.

Pero claro, como en el fondo soy una cultureta aspiracional me fui con mi A-2 a ver “Canino” y aún estoy digiriendo ese hueso. Ese espectáculo asfixiante de la perversión doméstica extrema del que no salí ladrando por los pelos. ¿Cómo se recupera una frívola de semejante pico de heroína con violencia, tabúes despelotados y un retorcimiento tal que me ha contracturado hasta las mechas? Difícil, sobre todo si te queda el runrún de que no has pillado todo el mensaje subliminal del Yurgunatis ése, o comoquiera que se llame el perpetrador de una historia que sigo regurgitando horas después.

Menos mal que siempre nos quedarán los críticos para abrirnos las mentes a las obtusas serie A. Y claro, me quedo mucho más tranquila al saber que la peli hablaba del mito de la Caverna de Platón. Ahora sólo me queda desempolvar los apuntes de COU, liarme con un demiurgo y volver a mirar la magistral interpretación de mi Chuki menor en La Iliada escolar. Un papelón, si no fuera porque a la pobre no se la distingue bajo el casco, así que cuando hago pases privados para la familia hemos acordado decir que la chitina estaba perdida por el desfiladero de las Termópilas, y a otra cosa.

Dicho lo cual, voy a ver si me preparo un purgante de boldo y me abono al Disney Channel para siempre jamás. Lo mío son las princesas lánguidas, los malos latinos y las sirenitas con coreografías molonas y exportables a las pistas de baile que quemo los sábados night.

¿Que si me gustó “Canino”? Sí, te lo juro por Platón.