-Va ella y me dice: “necesito empoderarme”.
-A mí las empoderadas me tocan las pelotas.

Quedar solo mujeres el día del Padre es una provocación inevitable. Mis amigas de la universidad y yo nos hemos convertido en la mejor familia que uno podría desear, pero a veces tiramos de vocabulario de gónadas. El empoderamiento, por ejemplo, nos resulta una de esas palabras que se ponen de moda y caen gordísimas (otra es la expresión “poner en valor”). A mí en concreto si una mujer me dice que quiere empoderarse la mando de peregrinación al Cristo del Gran Poder o a una fábrica de pilas. Y me la suda -toma testiculina- si es feminista militante porque yo soy feminista esencial o feminista BIO (actúo por dentro, se nota por fuera)

A una empoderada la imagino siempre a grito pelado, reclamando para sí una parcela sin currárselo necesariamente. Una mujer cuota que espera ser salvada por la campana. Una jefa cabrona, si me apuras. Una de esas militantes del “porque yo lo valgo” que rascas y no valen gran cosa. Y con esto me consta que haré amigas, pero ya he aprendido que no se puede caer bien a todo el mundo. Es más, no se debe.

Mis amigas de la universidad, sin embargo, me caen fenomenal y me regalan ratos tan divertidos y terapéuticos que deberían ser prescritas por los médicos. Ayer nos acodamos en un bar de Augusto Figueroa, corazón de Chueca, y enseguida tuve que escribir algunas frases para nuestra historia.

-Llevo 105 clases de conducir. Me salto sin querer los pasos de cebra y el profesor me dice: “se acaba de pasar por el forro del artículo 57 del Código de circulación”. Os prometo que cuando me subo al coche me digo: “venga, que hoy lo vas a hacer muy bien”, pero no veo los semáforos en rojo. Es que no los veo.
-¿Pero te vas a examinar antes de dar 200 clases?
-Pues claro! Necesito ver cómo me enfrento al pánico del examen.
-Vamos, que para ti va a ser como ir al Pasaje del Terror del Parque de Atracciones…A ver qué monstruo quitasemáforos te sale al encuentro.

Empoderada motivada

Mi amiga M., por su parte, nos cuenta que su marido ha accedido a regañadientes a entrar en el grupo de Whatsapp de la oficina. “Lo he hecho para que no digas que soy un insociable”, me dijo el otro día. Y ahora su teléfono no para de pitar. Al principio me hacía gracia, pero hubo un momento en que noté que me irritaba. Sobre todo porque él pasó de mostrar fastidio por los mensajes a responderlos encantado. ¿Qué, ya están tus amiguitas con los mensajitos?, le dije” (el diminutivo es como el “cariño” que precede al temporal)

Debo aclarar que nosotras, por defecto, siempre vamos con el equipo local. O sea, con las amigas. Hagan lo que hagan, digan lo que digan. Pero eso no quita que digamos lo que se nos ocurre, porque la confianza de 30 años (con alguna de 40) de antigüedad da mucho de sí.

-Estas celosa
-No!!!!! De eso nada.
-Un poco.
-Que nooooooo!

Los tercios de Mahou volaban por la mesa cuando la no celosa confesó que el otro día se equivocó de exposición. Yo le había recomendado “El Canto del Cisne” de la Fundación Mapfre. Y ella arrastró a su marido el de los whatsapp a la de ¡Caixa Forum!. “Lo más grave es que nos tragamos la expo que había sin rechistar, y a la salida él me dijo. “Una cosa, ¿la que te dijo V. no era de pintura?”.

En ese punto C. confesó que sus despistes no sólo suceden al volante. La otra tarde se confunció de sala de cine. “Sala 11, yo vi sala 11 y allá que fuimos. Pensamos que lo que había era un trailer de otra película, pero no terminaba. Era un trailer largo y sin saltos. Lineal. Así hasta que el acomodador vino a buscarnos…”.

No, mis amigas no están gagás. Ni tampoco acudieron sin haberse tomado la medicación. Pero nuestras conversaciones zigzagueantes dan para esto y mucho más.

-A mí el diván me ayuda a sacar lo que ni siquiera sospecho que soy.
-Uf, yo no me atrevo a ir precisamente por eso.
-Pues a mí me vendría de perlas porque estoy depre.
-¿Irás entonces?
-¡Pero si llevo año y medio sin comprarme ropa!

Cinco mujeres no pueden equivocarse. Son la radiografía de los tiempos convulsos, de estados de excitación preelectorales, de cómo la amistad es eso que habría que preservar de un bombardero. Y eso es lo que las biofeministas enseñamos a nuestras hijas porque una voz interior nos dice que pasarán los divanes, los hombres, las tallas, la fortuna profesional o la derrota, la pérdida de tersura en la piel. Pasarán los libros, los conciertos, las broncas de familia, los pares de zapatos destrozados, pero ya has aprendido que ellas siempre van a estar allí. Contemplando la película de tu vida. Acompañándote sin juzgar. Eso que parece tan fácil y sin embargo..

-Entonces él vino hacia mí, atravesando el vestíbulo del aeropuerto. Y me miró a los ojos y me dio un beso mundial. Y aunque era casi un desconocido me pareció muy bien. Emocionante.
-¡Qué bien, parece un comienzo de película! Disfruta, disfruta mucho que nos gusta ese hombre. Y vamos a hacernos una foto ahora mismo para que nos conozca.

Mis amigas, ya lo habréis entendido, son Patrimonio de la Humanidad. Y sé que siempre lo serán (sólo espero que alguna no se equivoque de barco cuando hagamos el crucero de los 50 años)

 -¿Que es muy putero?
-Noooo! Muy pepero. Nena, tú estás muy mal…