Natalia Mindru

“El miedo al ridículo es un instinto que no parecen tener los animales. Hay bichos aburridos y los hay simpáticos, pero nunca he visto un perro o un gato haciendo el ridículo. Yo temo al ridículo porque lo he hecho; acaso los bichos no hacen el ridículo de tanto que le temen. Si así fuera, vivimos en un error de la selección natural que se corregirá con el tiempo”. Maldita lengua, Mauricio Tenorio Trillo. Ed. La Huerta Grande.

Gay Talese está a punto de publicar un polémico libro en el que cuenta cómo hace 36 años fue a un motel a espiar parejas en intimidad sexual. El dueño del establecimiento se había puesto en contacto con el escritor y le había confesado que llevaba años de voyeur gracias a un sistema de agujeros disimulados con rejillas de ventilación. Pretendía investigar a los amantes, escuchar sus conversaciones en el pre, en el durante y en el post. Anotar sus posturas, las pautas del cortejo. Era un guarro con un negocio cutre y una coartada. Un delincuente con una historia suculenta. Y Talese no se resistió.

Conversación al hilo de la noticia:

-Yo no soportaría mi propia visión follando, con perdón. Si supiera que iba a ser grabada compondría mi mejor postura y censuraría mis ruidos. No sería yo.
-Lo mío es peor. Incluso vestida y andando sola por mi casa resulto ridícula. Se me caen todas las cosas…

Intimidad. Violación. Espionaje. Los animales no hacen el ridículo. Fornican al aire libre. Gloriosamente, al sol. Saben que a base de costumbre se rebaja cualquier deseo morboso de saber. La selección natural a favor del hombre y la mujer es una entelequia que nos han vendido para sentirnos superiores y obviar nuestras miserias. No sé qué haría en un motel de carretera de esos con neones. Tal vez ponerme un pijama bien cerrado, abrazar al amor y ver en el televisor una de Spencer Tracy con Katherine Hepburn. Tal vez una guerra de almohadas. O jugar al veo veo.

Gay Talese

¿Nunca habeís pensado cuando dormís en un hotel que puede haber una cámara grabando vuestras evoluciones entre las sábanas? Yo sí, lo pienso siempre.
-Está chupado, hasta con una cámara de esas malas que te venden como accesorio para el ordenador.
-Las parejas que se graban y lo cuelgan en canales porno no tienen sentido del ridículo. Como los perros y los gatos.
-Hay un youtube del porno que muestra las preferencias por países y géneros. En Latinoamérica lo más buscado por ellos y ellas es “lésbico”. Menos en Perú, que es “anal”.
-Eso es que están acostumbrados a que les den por ahí…

Leo que una fotógrafa rumana, Natalia Mindru,  retrata escenas íntimas a parejas anónimas que contacta por Internet. Me asomo con curiosidad a los ejemplos y me resultan cursis, o inocentes, o demasiado producidas. Ningún miembro de la pareja se abandona en el otro, sino que se imita a sí mismo como si compusiera una coreografía para un auditorio global. Hay mohínes, sonrisas y cruces de piernas a dos. Complicidades apañadas. Cero morbo. Entiendo que el proyecto de Talese es mucho más real, y más depredador. Uno no puede ser voyeur de sí mismo. Afortunadamente.

Perros y gatos, escuchadme bien. Los humanos no somos tan distintos. Cuando amamos nos despatarramos, jadeamos, sudamos a chorro, sacamos tripa, disparamos las pelvis, aullamos, segregamos sustancias pegajosas, ofrecemos al otro el único espectáculo posible, el más glorioso, que es el yo sin bridas. Nada estético, de tan liberador. Y tan sublime que otros iguales sienten interés antropológico y miran y anotan y convierten la escena en casquería. Y algunos hasta se han inventado programas en la tele para fisgar a gusto y con la excusa del share. Y es sonrojante…