El Mundial según Prada

Durante varias semanas eh recibido un mail invitándome a la celebración de una jornada bajo el título “Viva mi talla”.

Tentador, muy tentador.

Cada vez que llegaba, yo leía “Viva la talla que me parió”, y le daba al botoncillo de la papelera como si la cosa no fuera conmigo.

Al tercer mail lo interpreté como una impertinencia. No tengo ninguna intención de hacer un panegírico de mi talla. No entro en los muestrarios de Chanel ni de Dior, y no daré más pistas. En las procelosas aguas del mundo del lujo una 38 plus se considera un atropello y me consta de Lagerfeld arrugaría la nariz ante mi presencia porque mis huesos poseen cierta cobertura.

El otro día en un sesudo debate de oficina comentábamos cuán distinta es la percepciòn del sex appeal entre hombres y mujeres. “Pobres rubias con grandes tetas, qué desgracia”, le dice a L su marido cuando ve que ella preferiría ser un espíritu antes que una maciza ligeramente ordinariota. Y sí, una pasarela viene a ser un desfile de escobas lánguidas que pasan hambre como una religión y carecen de toda sensualidad (Gisele forma parte de la excepción, lo reconozco).

Marc Jacobs

Como en el fondo una es masoquista, repasé el Vogue colecciones con el tercer café de la mañana y decidí que no me voy a vestir de futbollista aunque sea el Mundial, pero qué monas están las modelos de Prada. Que los colorinchis de Celine no favorecen si no mides más de 1,70. Que las plumas de Vuitton son la mejor despedida de un Marc Jacobs que ya vuela a su aire. Que me apunto a los collares de frutos en cascada de Dior (esos no precisan la talla 36) y a las chaquedas de Balmain porque tienen propiedades transformadoras.

Que dejen de vendernos  que este es el año del jean, porque nunca se fue, que los encajes los tengo aborrecidos y que por mucho que me encanten las chaquetas empolvadas cuando me pongo de rosa me siento Peggy Sue desubicada.

Que me encanta la moda porque es un juego y un delirio. Porque encierra un pensamiento y porque debajo (o más bien por encima) de esas abúlicas en el catwalk hay proporciones, visión y arquitectura.  Un deseo que contar una historia que no va sólo dirigido a fashion victims.

Que uno es lo que se ha puesto esa mañana y lo que dejó en el armario. Que todas las tallas saludables deben ser indultadas porque es primavera y este horario nos ha dejado como patos mareados con un pie en el otoño y otro en la tendencia. Eso tan etétero en cuyas redes caemos sin querer o queriendo.