El padre de Y, un chico de 12 años, nos manda este mail a sus familiares más directos:

“Os escribo para contaros algo y que todos estéis al tanto, además de que sirva como ejemplo cercano:

Mi hijo recibió hace unos días a través del chat de Instagram unos mensajes
insultantes de una niña de su cole. Los mensajes eran demoledores, tipo “ojalá te
hubieras suicidado, gilipollas, pringao, vete del cole…”
. Os juro que
pocas veces he visto tanta violencia y agresividad en una niña de 12
años. Por cierto, C, que le sigue  en Instagram, salió en
defensa de Y. de una manera impecable, demostró toda su
personalidad y lo especial que es. Fue una ayuda  fundamental.
Y. fue valiente y nos contó la historia a su madre y a mí. Decidimos ir a denunciar al colegio. Han sido tajantes y rápidos, lo
que da idea de cómo están estos temas actualmente. Han expulsado a la
niña 6 días de clase (podían haberle caído 31). El colegio nos ha
agradecido no haber ido a la policía directamente
, ya que se trata de
delito y en muchos casos se tramita así”.
Que alguien de tu sangre esté pasando por esto te pone del revés. Saber que el botón para destrozarle la vida a  una persona está a disposición de cualquier niñato o niñata con ganas de hacer daño -y voy a pensar que sin conciencia como para intuir las consecuencias que podría desencadenar su acción- es pavoroso. Ahí fuera están pasando cosas muy serias que los padres no vemos salvo que nuestros hijos tengan el coraje y la confianza de hablar con nosotros, como hizo Y. Y tengan además la determinación de denunciar el acoso #bullying, como hizo mi interlocutor, aunque para mi gusto no debió detenerse en el colegio. Creo que yo hubiera ido también a la policía. Al colegio debió preocuparle mucho su reputación. Los padres de la terrorista de 12 años, de los que nada sé, hubieran sido más contundentes de llamarles desde la comisaría, imagino. 
Cuando éramos pequeños también había niños crueles. No creo que eso haya cambiado demasiado. Pero las trifulcas quedaban en el patio del colegio y raras veces trascendían. Si sufrías te lo tragabas con las lentejas de tu madre, y a otra cosa. Si eras un “pringao gilipollas” se enteraban los de tu clase y poco más. Ahora es urbi et orbe. Instagram, tuitter, youtube…saben que eres débil, que un día en tu desesperación pensaste en quitarte del medio, que has intentado besar a alguien, has cateado cinco o que te ha salido un brote de acné. Lo saben todo o se lo inventan. Toda la información o desinformación de tu vida sin filtro, a disposición de unos deditos ¿inocentes? dispuestos a hacer sangre y recibir aplausos.


Y hay niños que se suicidan porque no pueden más. #AcosoEscolar

Y los padres estamos desarmados. ¿Cómo protegerles allá donde no llegamos? Sí, los psicólogos nos dirán que hay que establecer una comunicación más cercana que nunca. Que debemos escuchar, estar atentos. ¿Infiltrarnos en sus  redes sociales a través de alguien cercano? Observar cambios de humor. Que quizás hoy es más importante mirar signos de abatimiento que olerles el aliento por si han hecho botellón. Que nunca antes tuvimos la oportunidad de ser héroes para con nuestros hijos ni estuvimos tan poco preparados. Que denunciemos cada caso sin exponer a la víctima, que hagamos que nadie duerma tranquilo y ajeno a lo que pasa en ese ring de chulos, inconscientes y cobardes que son las redes sociales mal utilizadas.
Y tendrán razón. Pero a mí lo que me pide el cuerpo es darle una bofetada a esa niñata que ha agredido a Y. y exponerla a escarnio en ese patio del cole donde antes jugábamos a “churro va” y el mayor peligro era que te partieran la espalda.
Ahora te rompen eso tan delicado que se llama prestigio, y es duro siendo adulto, y aún más duro para un adolescente que no sabe quién es y sale al mundo con un teléfono móvil en la mano y toda su fe desnuda, su ilusión y sus miedos. 
Y mi hija adolescente le defendió  con coraje en el mismo canal que utilizó la otra. Y me siento orgullosa de ella.
Y espero que si leeis este caso lo compartáis con otros, os lo pido. Porque debe ser un clamor, no una noticia. 
Stop al #bullying y al #ciberbullying. No son cosas de niños, son DELITOS. Y deben denunciarse de inmediato.

Este es el protocolo de actuación.

Y ese padre valiente termina así su carta:

“Y. está bien, os pido no le comentéis nada si él no lo dice. Solo
quería que lo supiérais, es algo que está ahí, sobre todo para los que
tenemos alrededor niños pequeños y que están o van a estar expuestos a
todas estas historias”.