Mi querida Big-Bang:

Suena el teléfono a las 9.00 A.M. A esa hora debería estar prohibido por decreto ley llamar, aunque estés ya despierta después de salir anoche. Porque tu estado es semicomatoso, el encefalograma refleja cierta minúscula actividad, pero en realidad eres un cadáver pendiente de reanimación. Sin capacidad de enhebrar dos frases coherentes -no digo ya brillantes- seguidas. Lo más humano que puede salir del saco de patatas de tu cuerpo es un gruñido estilo ñu: grrrrrrrrrrr!

Suena el teléfono y sólo puede ser tu madre. A esas horas nadie llama para la charla cortés: “Fue un placer conocerte, muñeca. Por cierto, ¿siempre bailas como una peonza o fue una demostración de fuerza dislocante?”. No, a esas horas es tu madre. La misma a la que llevas diciéndole toda la vida que no lo haga. La misma que, años ha, os despertaba a las ocho los sábados con el rugido de la aspiradora o de la extracción a tortas de los cacharros del lavavajillas.

-¿Estabas dormida?
-Grrrrrr. ¿Tú qué crees?
-Ay, hija, como siempre madrugas tanto!
-¿Quieres decir que como soy insomne conviene despertarme, para que me haga un afterhours completo?
-Ya cuelgo, hija, sigue durmiendo.
-“Seguir” es un eufemismo, ¿verdad?

La culpa es tuya, que no apagaste el teléfono. Pero eso es irrelevante cuando eres un ñu y la cafetera aún no ha escupido el primer elixir negro. Ser ñu implica borrar unas cuantas horas del día, meterte un Alka Seltzer en vena y ver, como mucho, una de “Sissi emperatriz” en versión original. El idioma también es irrelevante. La resaca no te permite retener una cadencia lógica de palabras, de modo que el alemán se te antoja la mejor banda sonora posible. Aunque si es ruso o coreano, mucho mejor.

¿Qué tal se lo estarán montando los chinos en Shangai? me digo, mientras mido con los dedos el alcance dramático de mis ojeras. Hubiera puesto música, pero tener que elegir un CD entre la montaña es un ejercicio de precisión, así que me dispongo a tararear El coro de los esclavos, justo cuando suena de nuevo el teléfono.

-Buenos días, señora, le llamo de Orange. Encantada de saludarla.
-Detesto que se llamen señora, miss Orange.
-Perdone, señorita. ¿Dispone de unos minutos para escuchar una oferta muy atractiva?
-Si la oferta es una transfusión de neuronas de efecto flash, adelante.
-Jajaja (risa falsa). No, quiero que deje usted de pagar esas facturas de teléfono tontamente.
-Y yo no quiero convertirme en una centralita telefónica los sábados por la mañana. Sólo quiero un NO-DÏA.
-¿Puedo llamarla más tarde, señora?
-La señora no está en casa. Soy la chacha, también llamada la Kelly (la que limpia). Bye.

Opción A. Engañarme a mí misma y volver a la cama. Opción B. Ducha escocesa y mascarilla reconstituyente. Opción C; Descolgar teléfonos, bajar las persianas, cerrar la puerta con tres vueltas de Fichet. Mirar el techo fijamente.

Mirar al techo fijamente. Mirar al techo fijamente.