Mi querdida Big-Bang:

Mi amigo J. se jazta de externalizar todo aquello que los demás hacen mejor que él. “Habiendo profesionales, ¿por qué yo?”. Subcontratar o morir. Mi amigo J. es un hombre de números que entiende mejor la vida si la puede reducir a una ecuación, a una integral, a un balance de resultados, a una estadística… Aunque puede llorar en el cine sin sacudidas cuando una película le roza el alma. Mi amigo J. es un tipo muy listo que organiza a sus subrogados como la Preysler a sus mayordomos. Da órdenes con voz suave y perfumada y se pierde en moto dejándote con la incógnita de si también externalizará su corazón.

Me pregunto cuántas cosas delegaría en profesionales si pudiera. Sí, tú eras una presunta profesional de las mentes perturbadas, pero me has salido amateur y ahora no tengo en quién subrogar mi precario equilibrio salvo en mis zapatos o en el gin-tonic de la perdición. Sírvase venir un experto en calamidades, otro en desasosiegos y un tercero en certezas mal remendadas. Si no es mucho pedir, claro, podría aumentar la nómina de mis empleados con un desfibrilador de sensaciones, una mucama que limpie las esquinas ponzoñosas de mi cuerpo y un ángel que me bese en la frente justo antes de batir al insomnio cada noche.

En realidad los sesudos próceres de la London School of Economics no han caído en que la clave de la salida de la crisis está en externalizar, como hace J. Somos tan soberbios que tendemos a creer que mejor que nadie, nosotros. Pero siempre hay otro que besa mejor que tú, que baila sin deshilacharse, que pela impecable los caparazones leves de las gambas y que en el karaoke no le suplican que suelte el micrófono y deje que otra más tetuda y explosiva cante el “Como una ola”, tu hit parade sobre las tablas.

Pongamos pues en manos expertas nuestras indecisiones, la tensión sexual no resuelta, los dimes y diretes, el orden y el desconcierto y las penas sin diccionario. Hagamos que un tercero se disculpe o pegue voces en el metro, haga tres largos a espalda en tu piscina, discuta sobre Hegel en tertulia y te ponga las chanclas en la orilla del mar justo cuando te salgas.

Subrogarse o morir, este es mi pensamiento. Pero como me consta que está defectuoso voy a ver si encuentro un profesional de la cosa que traduzca mis impulsos desatados a una frase bien dicha, a un discurso si acaso…