Mi querida Big-Bang:

Puede que te preguntes qué hace una chica como yo en un lunes como éste. Pues comerme las uñas. Eso, después de haberme zampado una de churros con café en el típico bar chungo donde sé de antemano que el líquido marrón está tan ácido que tendré que meterme una sobredosis de Almax en vena para contrarrestar sus efectos.

Sí, me gusta arrancar la semana con una ración extra de harina y fritanga, porque una no sabe lo que le deparará el destino. Lo mismo termino comiendo con una ejecutiva cool de esas que sólo piden lechuga y tuercen el rictus cuando me escuchan pedir, con todas las letras, “un platazo de rabo de toro, con sus patatas a conjunto”.

Miro la agenda con distancia (presbicia obliga) y a las 10h arranca la primera reunión del día. Mi amigo P, casado con mi jefa L, diría que si me da pereza me ponga el disfraz de “pasareuniones”. Lo que viene siendo estar de cuerpo presente sin aportar ni mucho ni nada. Conozco a una pasareuniones que solía rematar las propuestas ajenas con un “ésooooo”, tan enfático que bien podría parecer que ella era la autora del hallazgo. Llegó un momento en que a L y a mí nos daba la risa floja cuando la mujer intervenía. El señor la tenga en su gloria.

También destaca en el animalario de oficina el “revientareuniones”. Aportar, lo que se dice aportar, tampoco aporta mucho. Más bien se dedica a ponerle pegas a todo lo que los demás proponen. De ahí que se los conozca con el sobrenombre de “tocapelotas” o “porculeros”. Conviene detectarlos a tiempo para responder a su ataque con un buen directo: “Tienes razón, he dicho una chorrada. ¿Qué dirías tú, tronko?. Y en ese momento tocapelotas suele pirarse a sus palacios de invierno.

Luego tenemos al “singermornings” o cantamañanas. Este sí que se explaya, y si domina la retórica, échate a temblar. Los japoneses, que son muy suyos, suelen dormirse sin disimulo cuando interviene un singer, pero a los latinos nos da como corte y terminamos cantando en voz baja La abeja Maya o haciendo la lista del súper
mientras miramos con expresión de sumo interés. Singer llega, se explaya y cuando abandona la sala no hay ni media idea suya que echarse al coleto.

A mí lo que más me gusta de reunirme es la cosa social. El chascarrillo, el despelleje, adivinar qué va a decir quién y rematar las frases ajenas. Esto lo bordo, y por ello pagaré mi penitencia. O sea, que no me callo ni debajo del agua. A veces L., que me conoce como si me hubiera parido, me mira con cara de; “ni se te ocurra decir lo que vas a decir”, y yo, que lo de la autocensura no lo trabajo, me hago la longuis y suelto lo que proceda. Y, si estoy muy inspirada, remato con una máxima sufí o un proverbio árabe.

Así que quí me tienes, crecidita por efecto de los churros y lista para una maratón de reuniones con tocapelotas, singermornings y pasareuniones. Cómo mola arrancar la semana con plenitud de expectativas y la energía intacta. Espero que en el menú de Embassy haya rabo de toro.