Si un físico y un albañil ladrón de catedrales desbancan a un banquero, el mundo aún puede salvarse.

Por primera vez en semanas,  hemos asistido con pasión a la noticia de la partícula de dios -o bosón de Higgs– y a la detención de un tipo que se llevó un códice valioso y Calixtino como quien se lleva un bocadillo y lo escondió entre material de derribo, su propia vida, para intentar venderlo y vengar de paso su despido.

Nos estaba haciendo falta salir del bucle de la crisis, dejar a la prima de riesgo maquillándose diabólica en su cuarto, ignorar a los mediocres políticos de pasillo y estadística y centrarnos en eso que en periodismo se llama el IH: interés humano.

El atéismo ha muerto. Dios estaba oculto en una fórmula y ha tardado más de cuarenta años en manifestarse desde que un iluminado lo anunció sin pruebas. Alabado sea dios. No está mal volver a recordar que somos partículas caprichosas, sometidas a fuerzas y energías que chocan y se entreveran. Y el resultado es la materia. Doy por hecho que esto resucitará el debate sobre el alma, y me parece justo y necesario.

El mundo lo gobiernan desalmados, y la Iglesia, que anda corta de reflejos, no advierte que tal vez ese demonio que de cuando en cuando desenfundan, resida en la avaricia, en el desdén por la frágil suerte de muchos. La brecha entre los ricos y los pobres, la asfixia por llegar a fin de mes, el desencanto…

Los sociólogos imaginaban grandes revueltas sociales a cuenta de la crisis, se extrañaban de que cifras hipertróficas de paro no devinieran robos del siglo, asaltos a los trenes del dinero, piras a lo bonzo en la puerta de los bancos, robos a supermercados, secuestros de ricas herederas…en fin. Pero la realidad nos demuestra que los desesperados actúan por libre, como los electrones, y se ocultan en garajes y tratan de vender su botín, y entonces los pillan y salen en la tele, y el deán de la catedral, un tipo solvente y bien alimentado, abraza y sobetea el códice de marras, y asegura que está en perfecto estado.

Y tú piensas que te importa un pepino cómo esté el pergamino. Que tal vez mañana algún desesperado la emprenda contra un Goya en el museo del Prado. Y te sale una rima, y te vas a la cama soñando con Higgs, deseando que el dios de las partículas ponga y reponga la humanidad perdida. Que el alma encuentre su camino, y que los verdaderos malos estallen en bosones, en quarks, en shocks anafilácticos, y pierdan para siempre las portadas y las crónicas del hambre y la miseria.

Ya somos tercer mundo, pero aún no ha nacido el físico avezado que lo pruebe en una fórmula. Atentos al cielo.