-Broukback Mountain nos marcó para siempre.
-¿Y ahora qué?
-No lo sé…

Anoche mi ado y yo disfrutamos viendo la película de los dos rudos vaqueros enamorados tiradas en sendas colchonetas. Una vez más, no llegamos al final. Lo mejor de dormirte viendo cine es que puedes imaginar el final a tu medida. Lo mejor de esta película es que te enseña que hay tantos gays como gays, valga la perogrullada. Y que el deseo es un juego sin reglas ni convenciones aunque nos empeñemos en etiquetarlo para espantar el miedo y sentirnos seguros a su intemperie.

-Mamá, en mi clase somos todo chicas y dos gays (llegó diciendo ayer de su primer día en la universidad)
-¿Qué pasa, que se han puesto en pie y han salido del armario en la presentación?, respondí.
-No, pero al menos a uno se le nota.

Comprobaréis que toda mi pedagogía homófila cayó al precipicio de los tópicos. Mi ado es, tengo que decir, una niña más escrutadora que un espía ruso del antigua telón de acero, pero tiene sus limitaciones y unos cuantos amigos gays que le han enseñado que un armario puede ser un ropero con toda la colección otoño invierno de Miuccia Prada o una tumba.

-Cuando nos veamos te voy a achuchar bien fuerte, me dice J. Adorable amigo. Guapo. Inteligente. Gay.
-Ay, sí, vayamos por la calle como novios, abrazados, como solíamos.
-Eso está hecho.

Anoche disfruté con mi hija universitaria (mayor, más madura de repente. Con esa cara de asombro que se te pone al descubrir que hay otros mundos fuera de los muros del colegio) de una noche de chicas y dos vaqueros bellísimos que se dejan llevar por los impulsos y descubren. A mi hija las escenas eróticas la incomodaron un poco, pero creo que enseguida se dio cuenta de que no hay sexo sucio y sexo limpio, salvo el que imaginamos en nuestras cabezas llenas de prejuicios, doctrinas encorsetadas y cientos de películas y libros con los que hemos crecido sin cuestionarnos casi nada.

Y pensé estando con ella que Brokeback Mountain es una de las pocas películas que incorpora ternura al sexo gay (o yo me he perdido muchas, que lo mismo también). De las pocas que incorpora estupor, torpeza de la primera vez, contradicción y vacilaciones. Sentimiento. Y me pareció que era altamente recomendable porque prefiero que mis hijas entiendan que ser gay no es salir con una carroza y plumas a la callen el día del Orgullo (opción libre y disponible para quien quiera), ni tampoco mostrar amaneramiento en los gestos (opción libre y disponible), sino algo mucho más profundo, más sutil y en ocasiones bien contado en cualquier género. Incluida una de vaqueros.