Populismo

Leo que el populismo “es el resultado de la debilidad intelectual de sus contrincantes ideológicos” y me parece que es cierto. Diríase que es una pandemia sin antídoto y con un aluvión de seres infectados que, lejos de sentir miedo por el virus que se ha apoderado de sus mentes, se lanzan con ardor de vampiro a contagiar con las mismas las soflamas que los han inoculado y la mancha se extiende, poderosa, sin que las autoridades sanitarias levanten una ceja ni se confinen las aceras y los parques.

Creo que el populismo es unisex, por cierto. No entiende de izquierdas ni de derechas, va del mejor postor. Devora demagogia de grasa saturada. Es omnímodo y fagocita cerebros desvalidos de criterio. No leas opiniones que no refieren la tuya, no reflexiones, no te pongas en entredicho. No te juntes con quienes puedan desmontar el frágil andamio de tus convicciones de espuma. No cuestiones la autoridad, aunque te mande un payaso de feria triste de pueblo con una groupie de piedra a su costado y un caniche chillón que se autocita.

Di que el emperador lleva una capa de deslumbrante armiño. Mira a donde todos miran (lo del dedo y la luna). Repite las frases a voz en grito, mirándote al espejo de cualquiera. Defiende una cosa y su contraria sin empacho, según quien te pregunte. Vuelve a casa y trágate atolondradamente una infusión ardiendo para calmar el picor de la vergüenza. Reza para que la noche devore cualquier atisbo de mala conciencia y dé tregua al insecto que devora a destajo viscosa dignidad sin jugos gástricos. No debatas, no cuestiones, no levantes la mano. Córtatela si es preciso. Consigue propofol en el mercado negro. No respires.

Necesitamos valientes, gente sin miedo, mentes libres. Ahora más que nunca. Amigos/as que nos digan la verdad (o sea, amigos). Líderes sin dioptrías, idealistas con fuste. La pandemia nos está debilitando, el terror nos impide ver el bosque. La ausencia de espontáneos abrazos y de besos pudre tu corazón, ¿no lo has notado? Date un chute de compasión inteligente, mira qué está pasando ahí afuera. No apagues la linterna de tu móvil. Agradece el sol cuando es de día, el paseo con tus hijos por la tarde. Los hallazgos escritos por almas visionarias. La música y el arte. La lealtad, la brisa. La conciencia.

Vacúnate a ti mismo. Contrólate el mordisco de la rabia. Cuestiónate y resurge. Huye de los piropos de hiel edulcorados, conserva avaricioso tus afectos. Rebájate de impulsos, estira los momentos. Niega lo que no sea. Rechaza el artificio. Aplaude la bondad. Escupe al victimismo si te acecha cual serpiente del árbol prohibido. No quedes con los tipos de interés, aunque vayan muy limpios y huelan a incienso amaderado. Lucha por lo que amas, trabaja en silencio sin esperar aplausos y, a la tarde, escucha a tope a Bach, sonatas para cello, ataviada con ropa de algodón muy sostenible.

Agradece la vida que disfrutas. Invádete de sábado. Sonríe sin querer, acaso distraída. Nunca des (casi) nada por sentado. Tápate los oídos al bramido de la marabunta populista. Cierra bien tus puertas y ventanas a su paso. Cuestiona, discute y vive.