Pelo Malo, festival de San Sebastián

Me gustan las películas que cuestionan la familia como nicho de protección y amor incondicional. La mayor perversión imaginable es que una madre, ese ser que se supone que te ama desde el instante en que naces, o incluso desde la concepción, no te quiera. Y es un tabú, sí. Pero a veces las madres no quieren a los hijos.  Darse cuenta es doloroso. Contarlo, una provocación.

Ayer vi “Pelo Malo“, una película venezolana (Sección oficial, Festival de San Sebastián) que cuenta la historia de una madre que no ama a su hijo. Una mujer adusta, durísima, que transita su miseria moral y material con el ceño fruncido y ninguna tabla de salvación en el horizonte. El hijo, de nueve años, se pasa el día pidiendo dinero para hacerse la foto del colegio, con su crespo pelo al fin liso y un traje de cantante. El sueño de Junior es ser aceptado por su madre, que sospecha que es gay y lo lleva una y otra vez al médico para curarle su “trastorno”.

Una familia es una olla a presión donde cuando alguien necesita algo a veces se le responde con una patada en la boca. Una madre es un ser con un poder descomunal de marcar para siempre a su hijo, a su hija, en una dolorosa impunidad que te deja temblando, como esa secuencia en la que el niño, tras haber contemplado a su madre dejarse follar por el jefe por dinero, se levanta y se intenta hacer el desayuno subido a una silla delante del fuego. Una secuencia tan desvalida y sorda que de repente estás llorando lento, y afuera es Caracas y cuelga la ropa de las fachadas pobres de un barrio miserable.

Una buena película es esa que te cuenta un drama sin mostrar escenas explícitamente dramáticas. Que no necesita un golpe para que percibas que hay violencia. Que con un baile y una canción popular –Mi limón, mi limonero, entero me gusta más, un inglés dijo yeah yeah, un francés dijo Oh, La, la– te habla de los sueños y de cómo evadirse del dolor cuando duele, de la miseria cuando te salpica como un charco lleno de barro negro como el petróleo.
-No te quiero
-Yo tampoco te quiero

(Este diálogo es lo único innecesario en Pelo Malo. Ya lo sabíamos. Como sabíamos que ese niño sólo puede salvarse yéndose de casa y que esa madre no tiene salvación posible.

PD. Al llegar a mi hotel, tras las película, me encontré con el niño actor de “Pelo Malo” en el pasillo. Le di un abrazo descomunal, el que dan ganas de darle a su personaje. Juraría que lo entendió perfectamente.