A mi adolescente no le sorprende en absoluto la renuncia del Papa. “Los nombran cuando son abuelos en edad de jubilarse, ¿no es un poco absurdo?”.

Minichuki va por otros derroteros:

-Mamá, ¿tú crees en el Papa?
-¿Cómo?
-Si uno no cree en Dios, ¿para qué te sirve un Papa?
-Uff.
-Mamá, ¿puede alguien obligarme a creer en Dios?
-No, hija, no. 

(Entenderéis que a veces una no se relaja ni a la hora de la cena)

-Chicas, el profe de inglés ya no puede venir más. Le han surgido traducciones y no tiene tiempo.

Adolescente: “Últimamente todo el mundo te abandona“.

Síndrome del abandono: Mujer sola que en plena crisis doméstica se levanta a limpiar, recoger, poner lavaplatos, hacer la cama. Como tantas. Luego entrevista a posibles cuidadoras, así las llaman, y a la cuarta siente que conecta el piloto automático y empieza a hacer preguntas absurdas.

-¿Quién toma las decisiones más importantes en su casa?
-¿Cómo?
-Que si le da rabia tender la ropa o vaciar el lavavajilas, como a mí.
-A mí me pagan por hacerlo todo, así que o me gusta todo o me voy a la calle.
-¿Está usted casada?
-Mi marido me saca 25 años. No me casé enamorada pero es buena persona, así que lo cuido y nunca voy a abandonarlo.

El Papa abandona, el profe abandona, Dios ¿abandona?, la empleada de hogar me abandona (no a su vetusto marido).

Pero las chukis están siempre ahí, a la hora del desayuno, y te estiran el corazón con sus salidas.

-Mamá, ¿por qué siempre ves el lado bueno de las cosas?
-Porque así soy más feliz.
-Ah, bueno.