Olvidos y deseos

“De mi pequeño reino afortunado
me quedó esta costumbre de calor
y una imposible propensión al mito“. (J. Gil de Biedma)

 De mi voraz hambre de soledad, de cierta soledad al menos, podría deducirse que devoro páginas como una quijotesa ensimismada. Pero no. Me da por preparar un equipaje con tanta morosidad que pareciera que voy a emprender una expedición por el Polo Norte o el Sur -no sé en qué se diferenciarían atuendos e intendencias-. Ayer, sin ir más lejos, taché de mi cuaderno de bitácora doméstica no menos de una docena de objetos imprescindibles que incluían “botella de gin Star Bombay”, ” enchufes ahuyenta mosquitos” y “sábanas de algodón”.

Lo mío con las sábanas de casa de alquiler. Suelen ser rasposas, tienen mezclas, irritan el roce de mis piernas y mis brazos, me provocan sudores y prurito. Así que últimamente no salgo sin mi juego de tejido noble y sencillo que huele a suavizante y a caricia sin grandes alharacas. Cotidiana de mí, cita contigua.

Y entonces J., que disfruta y jalea mis ratos sin más compañía que mi sombra, me anima una vez más:
-¿Has tenido tiempo de leer?

Y noto que salto como gata encerrada en cesto de la ropa: “¿Y por qué siempre que me quedo sola me dices que si he leído? ¿Qué pasa si no lo he hecho? ¿Eh, qué pasa…?”

Pero cuelgo y camino, vencida y arrepentida de tan mala condición, hacia ese Taj Mahal (mi librería). Y me sale Gil de Biedma al encuentro: “Las personas del verbo” (Ed Lumen). Y abro el libro al azar, y no hay retorno:

Como la noche no 
quiero que tú desciendas,
no quiero cumplimiento
sino revelación.
Desciende hasta mis ojos
veloz, como la lluvia.
Como el luminoso rayo,
irrumpe restallando
mientras quedan las cosas
bajo la luz inmóviles.

Y repaso mi lista, y decido que el poeta también irá conmigo. Y ya son A.M Homes (Ojalá nos perdonen), y un librito sobre Giacometti y otro de cuentos de Boris Vian. Y no tengo un soporte electrónico que los comprima a todos, como monda,  y me gusta el roce de las hojas, el olor perfumado de la tinta. Así que entrarán todos como sea. Y volverán, espero que leídos (o seré ajusticiada por una pregunta que sólo quiere ser cordial, o atenta, o cariñosa: ¿Has tenido tiempo de leer?).

No quiero cumplimiento, sino revelación (puede que te responda).

Y a mis pies, o en rincones de la casa, empiezan abrotar  maletas, y bolsas de asas que huelen a salitre y a tiempo de descuento. Y tacho de mi lista: “Notas a A”, que guardará la casa y sus silencios. Y ya estoy viajando, sin viajar, en esa tren nervioso que son mis pies por los pasillos.  Y hasta leo un poco, (respondo a la pregunta). Y además escribo, arrebatada y fresca, de mañana.

Y ya es 9 de agosto. Así, tan a lo tonto.