Hay despedidas de efecto retardado. O sea, que estás pero ya no estás. A 48 horas del fin las toallas que tendí ayer no se han secado, lo que podría interpretarse como que hoy no habrá playa. Hemos agotado casi toda la despensa y lo que más queda tras hacer inventario es ginebra, lo cual podría interpretarse como una invitación al desvarío.  Anoche, volviendo de cenar por la autovía, me pasé el desvío a casa y seguí camino de Madrid. Las Chukis asumieron que nos estábamos marchando antes de irnos y así era en cierto modo. 

(Además, la cama se ha vuelto intratable, ya no me quiere,  y conté un centenar de vueltas mientras afuera la lluvia machacaba el alféizar con rabia incontenida).

Entre la desorientación y el insomnio (post navajas, nécoras y zamburiñas), vimos El Club de los Poetas Muertos y aproveché la fascinación de mi ado por los jovenes y el profe guay para hablarle de Thoreu y de Walden, a ver si se animaba a leer algo más sesudo que “Tiburón”.

Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente,
enfrentar sólo los hechos esenciales de la vida, y ver si podía aprender lo que
ella tenía que enseñar, no fuera que cuando estuviera por morir descubriera que no
había vivido
“.

El vitalismo es la mejor religión que se ha inventado, pero por algún motivo carece de iglesia y de sacerdotes. En España casi nadie conoce a Thoreau  (yo tampoco hasta que hice un curso del que os di la turra en su momento) pero ayer, después de que el pobre Robin Williams se quitara la vida, muchos tuits repetían fragmentos de su obra culmen  o bramaban Oh capitán, mi capitán (sin citar a Walt Whitman, me temo). 

¡Oh Capitán! ¡Mi Capitán! Nuestro viaje ha terminado; el buque tuvo que sobrevivir a cada tormenta, ganamos el premio que buscamos; el puerto está cerca, escucho las campanas, todo el mundo está exultante, mientras siguen con sus ojos la firme quilla, el barco severo y desafiante:
Pero ¡Oh corazón!¡Corazón!¡Corazón!oh, las lágrimas se tiñen de rojo,mi Capitán está sobre la cubierta,

caído muerto y frío. 

Thoreau

Ayer pensé en la cantidad de presuntos optimistas o graciosos que encierran a un depresivo, a un ser angustiado por la vida que un día ya no puede más y se quita de enmedio mientras los panegíricos arrojan letras de asombro y condolencia. Leo que los seres creativos tienden más a dejarse caer. Que los círculos de la creatividad y la autodestrucción están próximos. Las Chukis ayer hicieron su propia lectura: “La fama mata“. Y no me mostré del todo en desacuerdo. “Mamá, ¿si eres actor te drogas y bebes alcohol sin parar?”. (Um, no sé, no necesariamente… Y me dieron ganas de tirar la ginebra por la pila, que quien evita la tentación evita el peligro).
Hoy siento que debo empezar a hacer el equipaje. A quitar toneladas de arena del maletero como cada año. A buscar un curso de Walt Whitman que resucite a los poetas muertos que me rondan. Si me despido ya, después podré salir sin rituales funerarios. Con la música a tope, como siempre que arrancamos.Vitalistas militantes.
¡Oh, Capitán mi Capitán, nuestro viaje ha terminado!
No todavía, vivamos deliberadamente las 48 horas que restan. Debo despertar ya mismo a las chukinas, ya nos secaremos en el mar con la brisa o con un trapo de cocina…P.D. “Puedo adivinar una peculiar tristeza dentro
de la armonía y la belleza de casi todas las obras de
arte. Se podría decir que es simplemente la tristeza
de la vida, pero es una tristeza que de alguna manera se convierte
en el motor generador, en un eslabón de la cadena de
energía que hace que el artista persista cuando la haya
vivido, que la transforme mediante su instrumento de expresión.
Considero un postulado, casi un axioma, el hecho de que para
cuando la personalidad creadora ha llegado a la madurez, tiene
acumulada en el fondo una gran melancolía que clama
por liberarse”
León Edel