Mi querida Big-Bang:

El último hombre de mi vida se llama Daniel Day-Lewis. Dirás; “ya estamos con otro intenso, otro de esos atormentados tuyos que te obligan a estudiar a Hegel a escondidas para no parecer rubia”. Sí, es cierto. Pero la arquitectura de su cabeza en “Nine”, el musical que protagoniza con unas tipejillas macizas y muy, muy secundarias (léanse Nicole Kidman, Penélope Cruz, Marion Cotillard o Sofía Loren) me dejó sin respiración. Que un tipo con cuerpo contrahecho, desvencijado y asimétrico eclipse a cinco ninfas en pelotas con purpurina y boas de pluma roza el prodigio.

Mi Daniel tiene el sexy de los listos esculpidos a tortas en un gimnasio chungo donde huele a guante de boxeo, a sudor rancio y a tabaco negro. Un lado muy salvaje que te hace imaginarlo siempre agarrado a un vaso de bourbon, aunque por la mañana tome el té con las señoras y de madrugada se las beneficie.

Olvidé recordarte mi fetichismo con las narices grandes, ganchudas, hiperbólicas. Y por las manos y pies grandes, nerviosos, con peso. Como los de este hombre que, pudiendo ir de play-boy por los Hollywoods, ha preferido liarse mucho con la hija de Henry Miller. Puro tormento.

Te entiendo, Rebecca. Y te odio, Rebecca. Ser inteligente y estar buena es un exceso. Pero tener a ese hombre en casa cada noche me parece una osadía, un insulto a la humanidad en general. Una aberración que sólo puede pagarse con una penitencia ad hoc: “Quiero mi prorrateo de Daniel”. Una tarde al mes, mirando al mar. O una noche al año, la eternidad. Nena, tranquila, no soy competencia. Llevo años sin pasar por el gimnasio, a veces soy vaga con las mechas y lo más inteligente que puedo hacerle a tu chico es una performance a lo Marilyn del “Happy birthday”. Eso si estoy muy, muy borracha.

Mándamelo con acuse de recibo, a cobro revenío o como te dé la real gana, Rebeca, tronka. Prometo devolvértelo en perfecto estado de revista. Como prometo usar toda mi artillería pesada para que te abandone as soon as posible.

PD. ¡Que sería de este mundo sin la solidaridad entre mujeres!