Mi querida Big-Bang:

Empiezo a disertar sin rumbo, y cuando sucede debo hacérmelo mirar. Ayer comía noodles mirando fijamente al teledor, casi bizca, cuando le solté a la pobre A-2: “Creo que es el momento de volver a los círculos de intimidad, a la confianza extrema”. La pobre creyó sin duda que me estaba volviendo loca, pero como está en el núcleo de mi círculo, sorbió su noodle, tragó agua y luego preguntó, mirándome fijamente: “¿qué quieres decir?”.

Hablaba del miedo. De las estampidas sociales que puede provocar un estímulo tan bestia como el terror. A la catástrofe nuclear, a la guerra, a la incompetencia de nuestros gobernantes, a la arrogancia de los médicos, al capullismo de nuestros colegas. Y, lo peor, el miedo al miedo. “Cuando una fiera teme, siempre ataca”, solté con la misma gravedad con la que exhibiría la refutación de la teoría de la relatividad. Hoy vivimos en una selva llena de panteras en alta tensión, como las torres eléctricas, y bastaría un disparo de perdigones para que se echaran a correr por la selva como pollos sin cabeza, devorando cuando se interpusiera en su camino”.

-Perdone, ¿qué llevan los noodles de mi amiga?, pregunta A-2 al camarero que, solícito, se apresura a recitar una lista de ingredientes absurda y china.

A los postres llegó mi querido J. Había cogido su moto y arrastrado un cuerpo de siesta para pasar 15 minutos con la fiera y su amiga. Lo que dura un café. Y encima le di mal la dirección. Pero llegó, se encontró a dos rubias dentro de un círculo de intimidad y paseó como un felino rodeando el círculo, torpe y elegante,tratando apenas de meter el hocico por algún borde. Pero la borde de la fiera con mechas se lo impidió. Y cuando él osó decir esa frase -“las fuerzas centrífuga y centrípeta sólo suceden en círculo”- la hiena que me habita le pegó una dentellada. Miedo.

Dirás que a qué viene tanto catastrofismo. Diré que cuanto peor veo más se me activa el sensor de los terremotos y tsunamis personales. Mi amiga del alma tiene miedo a no encadenar un encargo con otro para inventarse una permutación de elementos tomados de tres en tres que le permita llegar a fin de mes con resuello y con ideas. Cuando vendes ideas, cuando vives de esa nada que es la creatividad, no puedes tener que estar pensando en la hipoteca, el recibo de la luz o las Converse que te pide tu hijo. O sí, seguro que sí. Pero ideas y necesidad, en contra de lo que se ha dicho, tienen rutas divergentes. Miedo.

Concluyo con un mantra. Los círculos de intimidad son el antídoto contra la estampida, sí. Pero deben abrirse y centrifugarse sin pensar que el elemento que llega va a alterar el menú. Porque puede ser el wasabi que le falta al plato. Y 2. Cuando comas noodles, hazlo con cuchara y tenedor. Los palillos molan, sí, son muy cinematográficos, pero soltar sentencias pretendidamente solemnes con un fideo colgado entre los labios es poco estético y le quita empaque al momentazo. Miedo.