Mi querida Big-Bang:

Vaya por delante que no soy rencorosa, pero que presumo de tener memoria de tísica. El registro del dolor que me hicieron añade una anilla más a mi tronco centenario y, aunque hace años que dejé de cumplir años, aún recuento los desmanes, los desplantes y los quebrantos. Mayormente porque me quitan el apetito y consiguen que me acueste tan ligera que los sueños chungos me poseen y, sobresaltada, termino velando al ficus del salón, que me escucha paciente insultar a los malos.

También es verdad que ya no como rabos de pasas y algunos agravios se me olvidan. Eso que me llevo. Es mucho mejor borrar las heridas que cauterizarlas. Lo primero no deja cicatriz, con lo segundo pegas un aullido que ríete del del hombre Lobo. Gritar es un signo de poca distinción y un desgaste energético bastante absurdo, convendrás. Si gritas, no corres, y en esos preciosos segundos te engulle mismamente un tigre keniata.

Mejor cumplir años, digo yo. Y lo digo porque estoy a punto de soplar las velas y me preocupan algunos indicios de madurez que he ido anotando cuidadosamente en mi libreta, a saber:

1. Los pelos crecen más despacio. Importante detalle porque eres más viejuna, sí, pero tienes la piel lista para un revolcón 24 horas, como la funeraria.

2.El café a partir de cierta hora es un pasaporte seguro hacie el insomnio. Así que en las reuniones sociales miras de reojo el reloj antes de decantarte por el veneno negro, y terminas en el fascinante mundo de las infusiones.

3.Lo importante es la belleza interior. ¡Que te lo has creído, ésto era un porsicuela!

4. Ya tienes tus coletillas y ripios consolidados, de manera que puedes abstraerte de las conversaciones y soltar de cuando en cuando, con naturalidad, un “donde las dan, las toman” o un “pa chasco” sin que desentone demasiado, y volver a la desconexión cotidiana.

5.Lees sin complejos y opinas sin complejos sobre los libros. ¡Y lo que libera decir que el último de algún pope de las letras es un truño y quedarte tan campante! Bueno, igual lo decía también antes, pero entonces me arrugaba con las miradas de censura que rebajaban mi presunta intelectualidad. Ahora, si me brota, digo que he vuelto a “Puck colegiala” y queda como una extravagancia propia de la edad.

6.Quedarte un sábado en casa es un planazo. Ese sofá, esa manta y esa bandeja con su fast food y su Vichy Catalán con hielo y limón se te antojan mejor que el servicio de habitaciones del Hilton. Aunque también es verdad que si me llaman con una propuesta tentadora pego un bote y le pongo los cuernos al documental de la 2 en un santiamén.

7.Si te gusta un hombre, se lo dices. Así, de frente. Qué necesidad hay de miraditas coquetas, si quiero pero no o el lenguaje del abanico. La energía es limitada y no hay que desperdiciar recursos. Pura ecología sentimental.

Anotación final: ¡Lo que mola cumplir años y que un desconocido te siga por la calle, como ayer, y te diga que no ha podido evitarlo y que está seguro de que tienes los pies bonitos! Y te suplique que le des tu nombre, un teléfono, una pista…Y la novelera que es una se plante y le conteste con dulzura: “chato, eso es lo que le dicen a las macizas de 16 para llevárselas a la trata de blancas. Conmigo llegas tarde, pero que muy tarde”