Mi querida Big-Bang:

El anuncio lo dice bien claro: “Buscamos voluntarios para un test de implantación de recuerdos”. Justo lo que yo necesito. Ser desmemoriada tiene sus ventajas, es verdad, pero nada comparable a despertar convencida de que tú inventaste la minifalda -no Mary Quant- tú hiciste abdicar con tus encantos a Eduardo de Inglaterra y tú pusiste el primer pie con tacones en Marte.

A mí “Desafío Total” siempre me pareció una gran película. Que el tipo pensara que estaba casado con aquella chunga era una lástima, pero entonces Arnold era sólo Schwarzenegger y no Californicator, como ahora. Él soñaba con ser Presidente de los Estados Unidos, y en su lugar lo mandaron a un sitio con mutantes de tres tetas y bebidas con humo de discoteca. Ten cuidado con lo que sueñas, no sea que se cumpla. Viste tres pechos, quisite cuatro y una cosa llevó a la otra. O sea, al hijo ilegítimo y a la esposa despechada.

Puestos a implantarme recuerdos, espero que no sea con el dispositivo de la pistola que en se introducía por la nariz y disparaba una bala de pinchos al cerebro. Más que amnésica soy alérgica a la munición pesada. También a las agujas. Cada vez que me hago un análisis grito antes de que me las metan en las venas y protesto porque el chute es cosa de yonkis, no de rubias que buscan recuerdos como quien busca el Santo Grial.

Recuerdo haber sido abducida en las calles de París. Sí. Woody Allen ha contado algo así en “Midnight en París”, pero es porque fue al mismo banco de implantación que yo. Entre mis recuerdos hay una historia que anda escribiendo Lorry Moore y que espero rematar yo antes. Recuerdo haber sido la amante de Jeremy Irons cuando ambos paseábamos por Brideshead, esa mansión tan british, tan deliciosamente gay. Este sueño, me dicen, lo tuvo igualito Loles León, pero en el suyo terminaba con la cadera rota y en urgencias. Espero que mi implantador sea capaz de quitarle las escaleras empinadas del Ritz al mío.

Te dejo, que debo prepararme a conciencia para el experimento. Ya tengo la dirección y una lista de lo que estaré convencida de haber sido cuando despierte. Y no hagas el chistecillo fácil de Napoleón, que los locos de ahora prefieren ser Steve Jobs o Paris Hilton. Yo estoy por decantarme, y admito sugerencias, aunque no estoy segura de que vaya a recordarlas…