Mi querida Big-Bang:

Con cierta frecuencia no sé qué pensar de algunas cosas. El criterio es eso que se resiste a personarse y que huye cuando más lo llamas. Conozco a pocas personas con criterio del bueno. La mayoría lo tomamos prestado de ellas, lo adornamos con unas guindas y mucha nata y lo sacamos a pasear. Me fío, por ejemplo, de cierto escritor colombiano -Héctor Abad- que me conmueve y que acaba de publicar una crítica aplaudiendo la novela de un compatriota.http://www.elespectador.com/forward?path=node/275098. Creo que muchos creadores adolecen de generosidad. Puede que por envidia tiñosa; puede que porque la renombrada torre de marfil sea impermeable al reconocimiento no narcisista.

Ayer estuve en una caseta de la Feria del Libro, la de la editorial Lengua de Trapo. Cayó la madre de todas las tormentas y los libros eran un refugio cálido y familiar. Dentro, un autor callado, tranquilo y nada amanerado, firmaba con humildad y cierta timidez. En realidad es profesor de matemáticas -de eso vive- y en sus horas muertas reflexiona sobre la intimidad y escribe prodigiosamente. “Recuerdo haberme masturbado una vez pensando en mí mismo y no haber obtenido placer alguno. Mis uñas no tienen aristas y brillan como si estuviesen pintadas de laca. Me gusta la cocina china, la cocina hindú, la cocina italiana y la cocina mexicana. Soy capaz de cocinar con solvencia al menos media docena de platos de cada una de ellas (…) Los cátaros me resultaron simpáticos durante una época de mi vida”.

Así arranca “Alma” y así me atrapó y me retuvo atada a la arena de cierta cala ibicenca, hipnotizada por su música, por su ritmo y por esas pinceladas impresionistas que tocan la esencia de lo que somos. Una historia sin trama a la que merece la pena abandonarse. El tipo, no pienso olvidarme de decirlo, se llama Javier Moreno y siempre especifica “pero no soy el director de El País”. Viste oscuro, sin coquetería aparente, y creo que su prosa oculta una fórmula matemática que sólo él conoce. Si fuera un excéntrico y un maldito lo llamarían a voces para encabezar una generación postiza de esas que ponen cachondos a los críticos. Primero la ensalzan, luego la destrozan. Pero es un tipo de Murcia (1972) que no tiene Nocilla y tendrá que confiar en el boca oreja. Y en la generosidad de los que tienen la fuerza para convertir un prodigio pequeño en éxito mundial.

Espero que la cortedad y la envidia no te corten el paso. Ayer te hubiera dicho que nunca aprendí a hacer derivadas, pero sín integrales. Que los números también son literatura, como la partitura del piano. Que impediste con tu Alma que la mía se dejara llevar por esa playa, demasiado concentrada en seguirte los pasos, las frases cortas, los bucles de montaña rusa de parque de atracciones. “Cada cierto tiempo dios enciende el televisor e introduce en el reproductor una copia pirateada de Cómo ser John Malkovich”, escribes.

Amo esa película. Amo a los autores generosos que aplauden a otros talentos. Brindo por tu éxito.