Mi querida Big-Bang:

Síndrome prevacacional. Consiste en que te quieres ir pero tu cuerpo anda varado en el chorro del aire acondicionado de la oficina. Has hecho una lista de urgencias para que por una vez el contenido de tu maleta no sea absurdo y no te dé por llevarte un petit robe noir al huerto, pero tu melasudismo (“hoy me la suda, mañana lo mismo”) te impide echarle un vistazo para ir tachando objetivos cumplidos. No, las listas se hicieron para las mujeres desesperadas como Bree, y tú no eres esa pelirroja recauchutada de frente y pómulos. A ti los músculos se te mueven y se te despendolan como un botafumeiro de pliegues labrados en un año de pico, pala y sérum del caro, carísimo.

Yo quería ser contemplativa y pasearme bucólica entre naranjos con mi querida A-1, que no hace más que enviarme por teléfono fotos del campo que nos espera. Y con cada una que recibo me entra un sofoco valenciano tal que Blasco Ibáñez me haría la ola. Quiero estar allí, querida A., pero el azar -que se parece a las flores del naranjo- me quiere aquí varada con otras urgencias excitantes. Es lo que tiene el melasudismo, un punto de pose que siempre deja hueco a la ansiedad. Esa vieja conocida.

Yo me había propuesto aplicar esta semana mi vida la teoría del convento (para lo que me queda, me cago dentro, con perdón) y ahora resulta que me cae una misión imposible que la Tom Cruise sin cienciología que llevo dentro no puede rechazar. “Jefa, que después de dos años de dar la turra me ha dicho que sí y que ya”, le dije ayer bloqueando la puerta del baño. Y ella, que es muy zorrita, por quitarle años, se lavó las manos despacio y, mirando a través del espejo, me soltó. “¿Y quién lo va a hacer?”, con unos puntos suspensivos que conectaban directamente con mi maleta. Y yo: “puesssssss, lo mismo esto es cosa mía, pero claro, yo me estaba yendo al huerto y tenía que hacer listas este fin de semana, que ya sabes cómo me lío…” Y ella: “Eso se lo dicen a las mozas que quieren un revolcón”. Y yo: “Vale, lo hago pero no lo escribo hasta no haberme dado cinco baños en la playa con Sangonereta”. Tú misma.

Melasudismo: necesidad perentoria de clonarse y ser una abúlica desaprensiva y un latiguillo con misión. O sea, que lo quiero todo y lo quiero ya, pero en el fondo me quedaría aquí, con mi chorro de aire, unos besos a tornillo y mi suelo removido, tachando en rojo los días en un calendario de casillas gigantes a 40º. Me quema, me quema todo. La urgencia, la ansiedad, la sinrazón. Definitivamente, el petit robe noir se viene conmigo al huerto. Coco Chanel estaría tan orgullosa!