Mi querida Big-Bang:

Divido a las personas entre rabiosas y melancólicas. La bipolaridad es muy útil para establecer categorías. Buenos y malos, listos e inteligentes, sagrehorchatas e hiperactivos… falsas rubias y el resto. Maniqueísmo contra la dispersión, digamos. Hay gente que duerme con la persiana bajada a tope y la puerta cerrada, como en un ataúd (morir habemus), y otros con luz y corrientes (mi caso), imagino que para que se ventilen los quebrantos. Hay quien come sorteando los hidratos de carbono del plato en un absurdo baile de tenedor y quien zampa postres con nata a esa edad en la que ya no conviene (vale, esa también soy yo). Y, desde luego, están los que se apuntan al gimnasio y van tres días en temporada y quien saca fuerzas para sudar en grupo tres tardes por semana (y no, no soy de ese grupo insólito).

En realidad, los seres humanos somos previsibles. Sabes quién te va a montar el pollo cuando se le hincha la vena y a quién no le puedes pedir que salga contigo de compras porque te mirará con reprobación cada vez que rasques la VISA. Esos que forman parte del grupo “controladores” (y encima lo hacen gratis, no a cambio de 200.000 euros al año de media. Y animo a este segundo grupo a acercarse a mí, con su VISA Oro y su apostura a lo César Cabo, aunque me reprueben).

El controlador terrestre no suele ser singermorning. Le falta flexibilidad para cambiar de patio y léxico para extenderse sobre bien poquito. Singermorning es feliz, pero hace profundamente infeliz a su entorno. Así que si estás con uno debes elegir: él o tú. Como si estás con un rapsoda elegirás entre alegrarte el oído o el corazón.

Divido a la humanidad entre los que iban al examen gimiendo “no tengo ni idea, no tengo ni idea” y sacaban un notable -sí, os detesto- y los que enhebraban en su optimismo tres ideas y obtenían un sufi feliz y alborotado. Mi chuki pequeña es de este grupo. Ayer, con solemne aplomo, soltó en la mesa: “No estoy segura de si en cono (cimiento del medio) voy a sacar un sobresaliente o como poco un notable, ¿cómo lo ves?”. Si la cosa termina en un bien, no pasará nada porque ambas habremos saboreado el éxito con preaviso. Y a otra cosa.

El vaso medio lleno o medio vacío debería ser la primera ley de Newton. Mejor dicho, la primera gran ley de la sociología, la psicología y la supervivencia de la especie. Dirás que a mí los vasos me gustan a rebosar, y saludo desde aquí al sr Gin y a la Sra Tonic (siempre de Bombay clásica), que tantas noches de gloria y risas en compañía me han brindado. Pero a veces me cuesta ver el borde, porque lo siento lejos. Y me empino, y llamo a mi querida A-1 para que me brinde una de sus frases quitanieblas. Y me como un dulce sin culpa, abro las ventanas de par en par antes de sepultarme en el edredón y me propongo echar un enorme jarro en el vaso para que vuelva a llenarse. Y funciona. Vaya si funciona.

Buen día al colectivo de optimistas. Absténgase de acercarse a rapsodas, singermornings, controladores y falsos perdedores.