Mi querida Big-Bang:
Huyo de las mujeres a las que el marido no se les cae de la boca. No porque le den duro al sexo oral, circunstancia que ignoro, sino porque en su discurso no son ellas sin su Manolo. El matrimonio otorga en ocasiones una disolución del ego tan espectacular que debería ser un antídoto contra el narcisismo, se me ocurre. Pero tú eres la profesional y yo sólo una mirona que escruta a las parejas como un ornitólogo a los colibríes. Con la esperanza de justificar y poner orden en su estrepitosa trayectoria sentimental.
“Qué mal gestionaste ese matrimonio”, me dije J. cada vez que le canto las virtudes del que fue. Y tanto. Nunca hablé en plural, y eso se paga. Ser tan yoyoísta es el mejor pasaporte hacia el divorcio, así que en mi próxima reencarnación haré una boda de pega, a lo Lauren Postigo, que dio el sí quiero en taparrabos de leopardo en una playa perdida, lo que sólo da derecho a hablar de tu cómplice felina, pero nunca de tu esposa (de “sposare”, ¿no?)
Tres mujeres viajan en el metro un viernes por la tarde. Una de ellas, pelo corto y gafas de abuela con chaqueta marrón panza de burro relata que lleva dos años sin dormir a solas con su Manolo. Nació el bebé llamado Rubén y fueron tres. Y el jodío se ha hecho fuerte en la cama matrimonial. “Por Reyes Manolo me “echó” un viaje a Sevilla, en su AVE y todo, pero pretende que nos llevemos al niño. Y ya le he dicho yo: Manolo, para eso nos vamos a Chinchón”. Hablar en estilo directo refiriéndote a lo que le cuentas a tu marido es un indicio revelador de la disolución del yo en la pareja. Imagino que Yoli (así se llamaba la interfecta) es del colectivo “como digo yo”, pero transita mucho más a menudo el “como dice Manolo”.
A estas alturas estarás pensando que soy una resentida matrimonial. Una chunga que jugó mal su baza y ahora destila rabia tiñosa ante la visión de los que celebran aniversarios en amor y compañía, tratando de avivar el deseo un día a la semana, con puntualidad británica, para no tener que cuestionar por qué siguen casados. ¿Cínica yo? No lo creas. Anoche me sobrecogí de nuevo viendo “Tierras de penumbra”, la película basada en la obra “Una pena en observación”, de C.S.Lewis. Una historia de amor entre dos yóes que termina trágicamente, pero no termina y, sobre todo, me hace creer en que a veces Manolo es un tipo que habla de sí mismo. Y Yoli una mujer con discurso propio. Y que de vez en cuando se montan en un tren y se olvidan de Rubén y del mundo, mirándose a los ojos sin decirse gran cosa.