James Salter, hasta siempre

1. Pones un sofá chester en un restaurante y se te llena de hombres. Eso es lo que pensé el otro día comiendo en Tatel, el nuevo it restaurante de Madrid (propiedad de los Gasol, Rafa Nadal y etcétera). ¿Hay mobiliario de género? ¿una mesa camilla es un atavismo de abuela? ¿Una descalzadora es siempre de chicas? Y, sigo enterritorio restaurante, ¿por qué cuando una pareja pide bebidas la que lleva alcohol se la ponen a él por defecto? ¿por qué siempre se piensa que el postre es para ella? (con la cuenta detecto siempre un ligero titubeo, más escorado hacia que pague el hombre). Por cierto, deliciosa la merluza de Burela a la romana y el remate a los postres con gin-tonic de Bombay.

2.“Chaikovski es para corazones inconformistas”, dijo ayer  el director de orquesta Juanjo Mena. Ahora entiendo mi reincidencia a ratos obsesiva con El Lago de los Cisnes y Romeo y Julieta. También esa simpatía por el compositor ruso que pasó toda la vida enardecido por sus pulsiones hacia los hombres y tratando de enmendarlas con mujeres. Descubro en la Wiki  una carta  de Chaikovski a su hermano que me conmueve: “El hombre que en mayo se le ocurrió casarse con Antonina Ivánovna, quien
durante junio escribió una ópera entera como si nada hubiera pasado,
quien en septiembre huyó de su mujer, quien en noviembre se embarcó
destino a Roma y otras cosas por el estilo; ese hombre no era yo, sino otro Piotr Ilich”.
El creador de los corazones inconformistas trató desesperadamente de conformarse. Qué ironía.

Restaurante Tatel, Madrid

3.Mi amiga M. me pide que le recomiende un libro, “hace meses que no acierto con ninguno”. Yo ya ando huérfana de James Salter, que acaba de morir a unos noventa años gloriosos y no lo dudo. Por la noche me acuesto con Hanif Kureishi y las primeras páginas me hacen pensar que debo decirle a M. que consiga YA “Intimidad” (Anagrama). A mí me lo mandó T. hace unos días y era el suyo. Me conmueve que me regalen buenos libros de segunda mano. Es un gesto de alta generosidad. Busco ansiosa algún subrayado o alguna anotación al margen. A cambio, me sumerjo en un remolino de letras que hablan de la devastación en pareja:

Un día te cruzas con una chica y la deseas.  (…) A partir de cierta edad, uno ya no desea que las cosas sean tan fortuitas. Quieres creer que sabes lo que haces. Tal vez eso explique lo que hice”.

4. Me gustan las sentencias absolutas sobre todo cuando ando en zozobra, funambulista perdida sobre un alambre que alguien ató a un alero con nido de cigüeña. Uno se vuelve radical cuando despierta ceñudo después de no dormir tranquilo con un pakistaní que es suburbial de espíritu y certero de palabra. La vecina insistía en hacer ruido con la cuerda de tender. A ella la abandonó su marido y su hija la detesta. Cualquier día huirá de sí misma y de sus fajas horribles y yo aplaudiré.

5.Pones unas plantas artificiales en casa y sólo puedes entenderlo como una claudicación. Vuelvo a mi libro para no verlas. “Cuando hay otras personas de por medio siempre hay misterio”.