1.“No puedo respirar. Me muero ahora mismo. Dile a mi padre que le quiero”. Y entonces, delante del fulgor blanquecino del Telediario, llegaron las lágrimas. No es fácil llorar con las noticias, de tan anestesiados al espanto, pero el relato de una joven testigo de la noche del Madrid Arena, describiendo la avalancha de cuerpos y la agonía de una de las víctimas en un lenguaje justo, desprovisto de artificios ni epítetos de drama, me llevó de inmediato al momento y al lugar. Pensé en mi hija I. Sentí como una madre, el aliento salvaje de la muerte de un cachorro, su cadáver frío y desmadejado entre los brazos. Las víctimas deberían siempre hablar, no los redactores que confeccionan la noticia con el corazón arrancado. Eso pensé. Un noticiario de voces desnudas. Y luego el silencio. Y todos a llorar, a indignarse, a clamar Justicia, que sobran los motivos.

2.Misma noche, mismo sofá, mismo televisor. Ahora cuenta la liberación de los titiriteros. El juez les ha dejado libres porque no ve motivos de fuga ni de repetición del delito, “dado que se les han incautado las marionetas y los carteles de Gora ETA“. Me da la risa floja. Es como si al escritor le quitan el boli BIC con el que escribió el relato y el papel garabateado como medida disuasoria. Un chiste más divertido aún que la chirigota ganadora del carnaval de Cádiz: “Si me pongo pesaó me lo dices” (me troncho cada vez que la escucho, y mira que soy poco sensible al gaditano way of life)

3.Foto para el carnet profesional. Mi V., alias “Hamster”, da instrucciones al maquetador para que le tunee la imagen: “Más blancos, pónmelos más blancos”. Y el otro obedece y le saca una sonrisa profidén, le alisa las arrugas, la compone. “Ponle más pechos”, sugiero desde la retaguardia. Y el hombre va pasando el ratón por un busto de niña, y consigue unos melones estrábicos. Y luego mira con satisfación: ¿Qué os parece?. “Que se te nota la orientación sexual“, respondo con cierto laconismo. Carcajadas.

4.Debate doméstico sobre San Valentín. En el cole de mi hija los de 13 años ya se regalan. Lo llevan haciendo años. El amor, eso tan intangible, a ratos necesita de pruebas, de cuerpos del delito. De ahí las flores, los bombones y las notas románticas. A los trece años conviene consolidar el sentimiento y acaso puntuarlo (apuntalarlo) como en un boletín de notas. Es inasible quererse. Es gaseoso. Es un sentimiento tan desnudo que pide algún adorno, como las lápidas de mármol piden maceteros de plantas de plástico de los chinos. Y ese juego me lleva al mensaje de mi amiga F., justo ayer: “Ya se acerca el 14 de febrero…Si alguien me ama en secreto por favor avíseme:)”. Le respondo enseguida: “Yo te quiero mucho”. Me manda emoticonos. Fin del drama.

5.”De la perplejidad nace la cultura“, leía anoche (S.P, of course). “La mística, la lucidez, lejos de ser un fenómeno irracional, es la otra cara de la razón crítica (…) Sólo alguien que en el fondo sabe puede asombrarse por no saber”. El listillo es incauto, es osado y eructa satisfecho tras esa digestión pesada de fast food. El conocimiento es un túnel largo, infinito, que no muestra la luz, que no da tregua. Nadie puede saciarse del único alimento -tal vez con el amor- que produce más hambre cuanto más se devora.