Mi querida Big-Bang:

“Si estos niños no fueran mis hijos los iba a aguantar su p-uuu-t-a madre”. La frase es de Pakito, el novio de mi amiga C. Un padre motero con patillas y paciencia de luxe que anoche nos abrió las puertas de su adosado para que nuestros respectivos hijos dieran por saco en el jardín y torturaran en libertad a sus tortugas, mientras los mayores reflexionábamos alrededor de espirituosos on the rocks con palomitas quemadas y ensaladilla cinco estrellas.

-¿Alguien sabe por qué se separaron Juan y Junior? fue el primer gran temazo de reflexión de la noche.
-Ni idea, pero yo estuve a punto de suicidarme varias veces por escuchar a José Vélez en mi juventud. Siempre fui más juanpardista; el hombre no decía una palabra más alta que otra.
Y al rato:
-¿Alguien sabe a qué disciplina multidisciplinar se dedicaYoko Ono?
-Ni idea. Diría que es una arpía múltiple con cara de asesina en serie.
– Eso, como decía Siniestro Total, “La culpa de todo la tiene Yoko Ono”.

Juro que no era una partida del Trivial.Las conversaciones con los novios y maridos de las amigas son así. Ligeras, zigzagueantes y espumosas. Después de tantos años, los maridos de mis amigas son un poco mis maridos. Sé quién se quedará frito en la tumbona después de comer, quién contará como nadie chascarrillos de la funeraria o un chiste guarro, quién pondrá la puntilla sarcástica a cada comentario y hasta quién pillará el primero la gripe.

Así que, teniendo maridos virtuales, ¿quién necesita un titular de cuerpo presente?, me decía yo anoche, después de llegar de la velada y desplomarme en mi cama king size con los brazos y las piernas en aspa. Feliz como una perdiz. Orgullosa de cómo mis amigas gestionan sus parejas al estilo juanpardista. Dispuesta a tragarme tres películas seguidas de Audry H. Pelis de chicas donde los maridos sobran y los tapones para dormir de un tirón son de Tiffany. Ya sólo me falta un desayuno con diamantes y la felicidad será completa.