Atención: Detrás de un tipo callado puede haber alguien poco inteligente.

Siempre he sentido cierta fascinación por los seres silenciosos. Llegan, se sientan a la mesa y parecen observar desde el balcón de su mutismo, tres peldaños más arriba que tú. La conversación va y viene y ellos apenas hacen gestos imperceptibles de asentir o reprobar, pero sin mojarse. Eso les otorga gratis total cierta superioridad moral/intelectual frente al resto, los bocazas que tendemos a decir sin demasiados filtros lo que pensamos acerca del arte contemporáneo digital, el affaire sin sexo de Sarkozy con Merkel, la misteriosa desaparición de los cosméticos de baba de caracol o la última revelación de Rouco, que dice algo así como que la causa de la crisis es que nos hemos alejado de dios.

Si en este punto alguien calla, hay que empezar a sospechar. Uno no puede ser indiferente a los devaneos divinos. O los aceptas como aceptas que la Pepsi es peor que la Coca Cola -discutible, sí, pero me da lo mismo- o exiges tu derecho a la apostasía radical y lanzas una diatriba contra otras grandes afirmaciones de la Iglesia. En este punto se espera que el callado al menos refiera que conoce la existencia de apóstatas on line. Una página web (http://victorian.fortunecity.com/mehetebell/531/) donde puedes renunciar a tu religión y sus conjuntos en siete idiomas. En ella hay un apartado inquietante que dice: “para quejas, sugerencias y amonestaciones, escribe al abogado del diablo”

Dos hombres y medio

Los abogados, como el diablo, siempre son un tema de conversación que empuja al maniqueísmo. Uno está a favor o en contra de ellos como lo está sobre el holocausto caníbal, los cuernos de Ashton Kutcher a Demi Moore o el darwinismo intelectual (el pez listo se come al pez tonto). En este punto, si el mudo no se ha manifestado, conviene dirigirse directamente a él: ¿Y tú que piensas, tronco? Porque no hay nada más violento que quedarse en pelotas bajo la mirada silenciosa de un dandy impoluto y vestido de arriba abajo. Eso sí, si finalmente sucede el striptease hay que estar preparado para una revelación de alto voltaje, del tipo: “Creo que Ashton ha dejado a Demi porque ella se cansó de que él tuiteara fotos suyas planchándole las camisas en bragas y decidió hacerlo vestida”.

Convengamos que una mujer que plancha en ropa interior es un reclamo excitante. Más si su marido es un tipo callado, presuntamente sexy y con expresión de pocas luces. Un ser que tuitea sin parar y osa quitarle el puesto a mi Charlie Sheen en mi idolatrada serie Dos hombres y medio (Two and a half men). Un tontito con cara de bueno que dormirá el sueño de los justos en las estanterías de la serie B de la historia del cine para adolescentes calentorras.

Ahora que he dicho lo que pienso sobre los grandes temas de la humanidad, voy a callarme porque en mi pecado arrastro mi condena. A algunos, como a Mariano Rajoy, el mutismo les ha dado grandes alegrías.  Veremos qué cara ponen los diablos europeos cuando mudito abra la boca y empiece a contar lo que opina sobre el expediente X de la baba del caracol. Abróchense los cinturones.

P.D. Desde hoy me declaro apóstata de Ashton. Y prometo serle infiel en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida.