“…Y un día te mueres y se te queda esa carita de gilipollas y en el último momento te dices: vamos, vamos, vamos. Porque es que te han llevado al huerto toda tu vida y nunca has hecho lo que tú querías”.

No hubiera recordado este demoledor speech de Alfredo Landa en Las verdes praderas (José Luis Garci, 1979) de no ser porque anoche hablé con mi amiga D., esa mujer que me intuye y me cuida mientras finge que se ocupa de mis dientes. Hablábamos de los arrepentimientos que se manifiestan cuando han pasado los años y uno hace balance de la pérdida. Y de cómo hay que luchar por lo que importa sin medir el parte de bajas. Porque dejar que pasen las personas, las oportunidades, los discursos, los ratos al sol es la muerte misma.

Tengo que decir que D. nunca aparece por azar, aunque pasan meses hasta que nos vemos. Hace unos días, en una absurda y rocambolesca cena social, alguien en la mesa mencionó su nombre y yo supe que tenía una conversación pendiente con mi amiga. “Las casualidades no existen”, me recordaba ayer otra buena amiga, L., mientras comíamos y yo le glosaba una suerte de encuentros inesperados y hasta apariciones espectrales ocurridos en las últimas semanas.

“Y un día te mueres y se te queda esa cara de gilipollas…” Dice el pobre Landa, después de glosar los hitos de su vida, ascensos profesionales, matrimonio e hijos, hipoteca, el chalecito tan de aquella clase media española…El césped, las barbacóas…la vida como una sucesión de casillas que uno va rellenando a veces sin querer y como parte de un guión que escriben otros. Y mi sabia D., que entendió que lo importante eran “los momentitos” y los aprovechó al lado de un hombre bueno, me anima a seguir entregada a eso que quiero sin entristecerme por no tener lo que deseaba. “Tu mejor baza es la sensibilidad y la alegría, mi niña, y quien no lo sepa ver no sabe lo que se pierde”.

Y un día te mueres, landista como tú solo, y antes no te ha quedado otra que enterrar algunos muertos que no tienen ya razón de ser y que a veces se empeñan en salir de su ataúd como zombies tercos. Y te mandan wasaps para recomenzar algo que no tiene sentido porque fue en un tiempo y un espacio, allende los años, y allí debe quedar. Sin reciclaje posible. Y toca avanzar y cuidar el césped del jardín de cada uno. Y mi D. me recuerda antes de despedirse que nada sustituye a lo importante, aunque en el camino hay distraciones tentadoras que se llaman trabajo y reconocimiento social, hijos, extraescolares, viajes, ex, que tratan de pilotar la nave y justifican la renuncia a lo más crucial. Uno mismo.(((Sorry por el tono moralina, creo que Garci me está contagiando)))

Anoche mi hada madrina D. y yo nos juramentamos para seguir viviendo como queremos.  Para evitar que un día nos pase lo que al pobre Landa y nos veamos solas en un precioso chalet con eco y con ese barro sucio que deja no haber apostado por lo que de verdad merecía la pena.