Mi querida Big-Bang:

Una vez me crucé de piernas en un sitio sagrado y fui amonestada en nombre del altísimo. Desde entonces arrastro un tic Sharon Stone que me lleva a cruzarlas y descruzarlas compulsivamente, agobiada por si he olvidado la ropa interior con el frenesí de la mañana. Sí, por culpa de Charito Piedra hemos perdido la inocencia. Y gratis, porque al menos a ella le sirvió para beneficiarse a Michael Douglas justo antes de que la Zeta Jones -otra maciza que ignoramos si lleva bragas- se cruzara en su camino.

Yo con las piernas en paralelo pierdo mucho. Los muslos en caída libre son menos fotogénicos que aplastados uno encima de otro, en tensión sostenida. Cuántas horas no habré pasado yo en los probadores de H&M comprobando un look con todas las posiciones musleras imaginables, algunas extraídas del yoga. Ayer, sin ir más lejos, el dependiente llamó a la puerta por si había sufrido un desmayo, justo cuando bordaba la postura de la cobra. “Un momento, que estoy cruzándome de piernas para ver el efecto de los leggins, contesté”.

¡Y todo por culpa de una bronca divina! ¿Acaso el de la cruz iba a ponerse nervioso por mis piernas? Sí, es verdad que la que tuvo, retuvo, pero cuando tenía le dio un ataque de timidez adolescente que duraría dos o tres décadas y decidió ponerse el sayo, a lo hija de ZP. Así que, para entendernos, lo mío es como si hubiera abrazado el destape pasados los 40. Equivalente a que hoy la Cantudo posara en pelotas en la portada de Interviú. Dios no lo quiera.

Decía mi abuela que cada cosa en su momento, “y las carnes en adviento”, respondía yo. Aún así he decidido enseñar mis talentos aunque me queme en el infierno, para alborozo de lascivos, castradores y taxistas. Pero claro, cuando te empeñas en cruzarte de piernas tan mayor te sale sobreactuado. Lo haces a cámara lenta, como Sharon, y eso desboca las fantasías del más pintado, aunque lleve 2.000 años muerto. Ahora entiendo la carga erótica que se respira en bodas, bautizos y funerales, con tanta señora dando rienda suelta a muslos y pantorrillas. Es una bomba nuclear y todas ellas deberían hacer cola en el confesionario por provocar al más allá.

Yo, como es domingo, voy a rendir un homenaje a mi musa del erotismo. La exposición Eros, del Thyssen, me espera. Brindaré por el goce de la carne, por las misas sin cortapisas y por los cruces de piernas, de razas caninas y de carreteras que llevan al cielo. Como la escalera de Led Zeppelin.