Romper con tu parejaP { margin-bottom: 0.21cm; en la era de la
hiperconexión no es tarea fácil. Internet no entiende de sangrados
coronarios, es insensible al olvido y se empeña en reaparecer a los
cadáveres -frescos o en avanzado estado de putrefacción- cuando
menos falta hace.
Mi amiga M. anda por aquí curando su
mal de amores. Ella querría, como todos, pulsar un botón que le
lavara todo rastro de lo que fue, quince años de relación con
vaivenes -como casi todas- y un final abrupto como un precipicio con
bufones de mar Cantábrico virulentos y furiosos. Así que le dije:
“Vente a ver prados y vacas y verás cómo se te afloja la
negrura”
. Aquí hemos curado todo tipo de avatares sentimentales
con alto porcentaje de éxitos y sin demasiada química (salvo que se
considere tal a las verdinas con marisco o al cabrales).
Y dicho y hecho. Pero además de su
pesar, M. se trajo su ordenador y su teléfono con 30 megas de oferta
de verano. Vamos, con datos como para conectarse con la NASA y tener
un chat con alguna estación espacial sita en Saturno.
Cada vez que mi amiga se conecta a
Facebook, el “sistema” le envía un recordatorio del tipo: “Tus
fotos de hace tres años”
. Y allí están ellos, tan felices,
triscando por los montes o soplando las velas de una tarta, en esa
simulación de felicidad que somos todos cuando nos congelan un
nanosegundo de posado/robado veraniego. Y mi amiga resiste
como puede la tentación de mirar, pero mira. Y se estremece y
recuerda. Y sufre como una condenada.
Porque ese genio asperger llamado
Zuckerberg ha dispuesto sistemas de bloqueo, pero si fuera listo de
verdad generaría la tecla de la amnesia junto a las de like y sus emoticonos, tan sosas y manidas
. Y así, tú pulsarías debajo de
una foto y se te olvidaría instantáneamente el nombre de los que
aparecen -exnovios, examigos y hasta tus hijos en momentos pico de desesperación-. Y
podrías curarte desamores, desalientos, frustraciones, decepciones y
toda la munición pesada del fastidio con un clic. Magia potagia.
El derecho al olvido tiene que ser eso,
y no una proclama asociada a una ley de la Memoria
. La verdadera
desmemoria es esa que te permite seguir con tu vida sin moscardones
zumbando delante de tu cara. Cierto que, direís, el duelo es
necesario y blablablá, pero a veces sólo sirve para mortificarse
pensando qué demonios hacías con ese tipo loco o con esa mujer tan
sádica. Y las heridas de autoestima son como esos cortes en las yemas de los dedos. A poco que las roces, vuelven a sangrar y a
escocer.
Lo dejo ya, debo escribir a los de
Tuitter, Facebook, Linkedin, Whatsapp y demás sistemas perversos de
recuerdo involuntario. Quiero olvidar, ¿me han entendido? Y hacer que mis amigos
olviden a su antojo, y disfruten de este agosto que se escapa
sigiloso como un ladrón de posada de caminos del que en breve sólo
quedarán esas fotos que saltarán un día de invierno, en la pantalla del ordenador, la tablet o el móvil, cuando ya no
seamos los que fuimos.