Alguien me dijo que la clave para triunfar en esta profesión era que le gustaras a las mujeres. Si las mujeres te abrían su corazón significaba que tú eras capaz de mover emociones. Y después, si te lo abrían los mariquitas, era que habías llegado a lo más alto“.

En su última entrevista antes de morir, Carlos Cano le regaló a Jesús Quintero un recital de vida de alta intensidad que ayer, buscando música para el post, me salió al encuentro por casualidad (bendita serendipia) No soy muy devota del Loco de la Colina -por manierista, por oscuro, por esa mirada turbia de zorro que ha visitado demasiadas alcantarillas y le complace revolcarse en el lúmpem-  pero reconozco su asombroso talento para crear atmósferas de intimidad.  Lugares donde el entrevistado se arranca el corazón y fluye la confidencia más subterránea como un manantial del sangre que a veces provoca desconcierto, a veces risa y a veces llanto.

El cantante granadino se despojó ante Quintero de su piel cansada de tantas intervenciones quirúrgicas. Era un superviviente a quien la muerte había besado los labios varias veces. Y lo contaba con esa dulzura desprovista de drama y con tanta verdad que se me iban las manos a la pantalla como intentando acariciarle.

-¿Qué recuerdo tienes de la enfermedad?
-Me sentía guerrero. Mi recuerdo es de lucha, de adrenalina. Nunca pensé que me estuviera pasando algo tan grave. Me dio más miedo cuando lo leí después, en los periódicos.(  ) Alguien me dijo: “De este hospital sólo salen los impacientes. Los pacientes se quedan”.

Luego, el entrevistador atento preguntó si la experiencia había sido dulce. Y el hombre guerrero respondió que no, pero que tenía un sueño recurrente fruto de las drogas que le daban  en el que una pantera negra se sentaba en su regazo y se sentía protegido. Cuando despertaba la pantera se había transformado en la bata blanca de una médico muy negra del hospital Monte Sinaí que le preguntaba: Are you feeling pain?

Carlos Cano

No pude dejar de mirar a ese hombre ni de anotar sus respuestas. Reproduzco algunas de ellas porque contaminarlas con mis consideraciones es una suerte de traición. Con la venia, esperaré a que él enmudezca para hablar yo.

1.”Yo siempre he pensado bien, pero tarde” (Carlos, hay quien no piensa bien en toda su vida, le diría)
2.”Lo esencial de la vida es querer y que te quieran. Con esa premisa intento moverme ahora“. (Qué alivio comprobar que al final de la vida se llega a reflexiones de extraordinaria simplicidad que lo abarcan todo. Y sin embargo nos cuesta)
3.”Necesito olvidar como necesito vivir. No tengo capacidad de resentimiento. Yo tengo un corazón de corcho”. (Qué suerte ser corcho y flotar aunque una tormenta y otra te agiten el agua y la fe)

Los minutos pasaban y el programa, un homenaje doce años de morir el cantante, daba paso ahora a la entrevista de Quintero a la mujer que fue el gran amor de Carlos Cano. Eva, se llamaba. Con la emoción contenida y una enorme dignidad, esa mujer contó cómo se habían conocido siendo ella muy joven.  Y cómo inició él la conquista tras un encuentro con otro compañero del periódico donde ella trabajaba. “Al día siguiente sonó el teléfono y una voz me dijo: “Me gustaron tus ojos”. Y colgó. Supe que era él”.

Si un hombre que te acaba de conocer te llama y dice me gustaron tus ojos conviene tenerlo en consideración.  Después de aquello hubo muchos cafés, muchas tardes y paseos. “Era muy pasional, muy loco, muy divertido. La nuestra fue una gran historia de amor. Esa que todo el mundo querría tener y no alcanza”.

Y después: “Enamorarse forma parte de la vida. Ser cojo, ser ciego, enamorarse…”

A estas alturas yo estaba sobrecogida delante de esa mujer que contaba que no se anuló para que brillara el genio, como tantas, pero que le dejó espacio en esos días en los que se encerraba en su estudio y tarareaba, entraba y salía, de buen o de mal humor. “Entonces yo no le hablaba. Le guardaba el aire”.

-¿Le llegaste a conocer?
-Sí
-¿Le llegaste a comprender?
-Sí. Él tenía el papel de volar. El mío era ponerle los pies en el suelo. La persona que vive con un ser creativo tiene que tener un punto de generosidad extraordinaria.
-¿Entendiste que él se volviera a enamorar?
-Sí (con voz trémula)
-¿Estuviste con él hasta el final?
-No. Un año antes de morir decidí separarme. Fue un final un poco triste pero seguíamos queriéndonos. Meses después me mandó un mensaje preguntándome si quería ser su novia…

No destripo más este programa. Mejor lo comparto porque me parece imprescindible.  Creo que no hace falta decir que me enamoré de ese hombre excepcional. Y de Eva. Y que no querría morirme sin ser coja, sin ser ciega…