“En la educación soy partidario de tres cosas. La primera de mantener la
curiosidad intelectual. Una segunda cosa es lo que yo llamo ‘fe’. Fe en
la realidad, que no tiene nada que ver con las creencias. Es el
sentimiento de que la realidad no te es completamente hostil
, y que de
alguna manera sigues estando en tu hogar.
Einstein decía: ‘Is the
universe friendly?
‘. Entonces, cierto sentimiento ‘friendly’ con la
realidad es necesario. La tercera es aprender a aprender“.

Leo en mi insomnio dominical la entrevista a Salvador Pániker en El Mundo tras una noche de patadas y sobresaltos de mi pequeña okupa de cama y me quedo enganchada de un titular que comparto sin reservas:”¿Por qué no es usted ateo?. Hombre, porque está ahí Johann Sebastian Bach, por ejemplo”. Esa inteligencia que no se limita a epatar con frases ingeniosas sino que te las brinda como una sacudida que se expande como una onda por la superficie de tu mar me salva del escepticismo. La música de Bach, me parece,  es la demostración de que hay un absoluto dentro de algunos seres humanos. Una capacidad de proyectarse y proyectar a los demás hacia evidencias que por sí solos no alcanzarían jamás. Hay pequeños dioses a nuestro alrededor que conviene identificar. Te llaman por teléfono, “¿a qué hora podemos vernos? Mañana te paso mi agenda y eliges. Descansa”.

Pániker Diario de Otoño

Y luego está la cuestión de la fe. “El sentimiento de que la realidad no te es completamente hostil“. Me parece la más democrática definición de fe que he leído. En el colegio de las monjas nos decían que la fe era un don: o se tenía o no se tenía. Y te colocaban en la tesitura de abandonar a dios para siempre si no sentías ardientemente su llama invisible (inodora, incolora e insípida). El maniqueísmo siempre es dañino, y se te apodera en tiempos de estrés. O estás conmigo o contra mí. Eres mi descanso o mi batalla. Los extremos te empujan a tomar decisiones que a veces no son las más acertadas, sólo las que te pide un cuerpo en desbandada. Y conviene pararse y respirar. Escuchar a Bach, por ejemplo. Buscar sucursales de dios que ofrezcan palabras como recetas de vida crudas, sangrientas, reveladoras.

Vuelvo a Paniker, sacudido por la muerte de su hija. Reconoce que sus otros hijos también cayeron en la droga, “la visitaron”, y supieron regresar.  ¿Y del amor? “El amor es un fenómeno tan infrecuente como la
explosión de una supernova”
. Estamos de acuerdo y en mi excitación apunto el título de su libro, “Diario de Otoño” (Mondadori), para regalármelo en un día de desazón y descreimiento. Siento el despertar de la fe abriéndose paso por el corcho que es un cuerpo mal dormido. Un cerebro exhausto de círculos concéntricos. La realidad no me es completamente hostil.

(“Yo he intentado siempre las dos cosas: vivir y escribir a un tiempo. Hay
escritores, buenos escritores, como Pessoa, que han escrito pero no han
vivido. El propio Borges ha escrito pero no ha vivido. A mí me
interesa escribir y vivir”). 

A mí, señor Pániker, me interesa escribir y vivir. Dormir y espantar tentaciones maniqueas. Abrazar mi supernova. Mirar la cara friendly del universo que a veces golpea y te deja K.O sobre la lona. Levantarme. Aprender a aprender y no dejar de escuchar a Bach. El Preludio, por ejemplo. A tope, que es lunes.