Cuando comienzas a comprender lo liviano descubres que es un comportamiento del espíritu. La inteligencia puede ser liviana o pesada”.

Ayer, mientras leía la entrevista al arquitecto genovés Renzo Piano, volvía a sentir esa admiración por las inteligencias livianas y, enseguida, recordé a su colega Santiago Calatrava, perpetrador de la ostentación, la pesadez y la ruina prematura. Hoy lo relaciono además con mi autor de este verano -ese austriaco que empieza por S. y termina por G- que en un fragmento de ese libro que leo y no paro de mencionar con la insistencia de la gota malaya cuenta que el mérito de su prosa está en limpiar. En reducir y aligerar las estructuras. En eliminar todo recurso que no cumpla una función en la historia. Inteligencias ligeras.

Hay más relación entre Piano y -vale, lo diré- Stefan Zweig. Dice el arquitecto: “¿Sabe por qué soy optimista? Nací durante la guerra, soy hijo de un temporal. Y cuando el temporal pasa, cada día se convierte en un momento más bello, cada noche se vuelve más luminosa. Y eso es algo que llevas toda la vida. No se puede ser proyectista si no eres optimista”.

Renzo Piano

Por supuesto que no todos los hijos de la guerra habrán sacado luz de la tiniebla. Pero me parece interesante esta perspectiva del optimismo por contraste, fruto de la resiliencia.

(Anoche reinaba una luna majestuosa que esta noche nos impedirá ver la caída de las Perseidas. Hoy la lluvia insiste en hundir los temperamentos melancólicos, pero no nos moverán. Amar una región, como amar a una persona, es comprenderla y aceptarla en todas sus manifestaciones (eso tan árduo). Agarrarse durante el temporal y sentir tras el mareo ese placer salvaje de volver a mandar sobre tu cuerpo. El optimisma agradece los ratos que nos ha brindado el sol. El pesimista cuenta los días que no habrá playa).

Centro Pompidou

No me voy de Renzo Piano porque ahora estoy en París, y en la primera vez que entré en el Centro Pompidou y sentí que era un reducto de modernidad. Luego, cada vez que he vuelto, me lo ha seguido pareciendo. El edificio lo hicieron dos treintañeros osados. El segundo era Richard Rogers. Otro de los arquitectos de mi vida. “Fue una completa provocación. Yo tenía 33 años y Richard, 37. A esa edad sabes sustancialmente que debes rebelarte, y ese es el mejor sistema para encontrarse con uno mismo. La rebelión es el arma secreta para encontrar la energía”.

Optimismo, resiliencia, provocación, rebelión. Ligereza intelectual. Nada tan sexy como la suma de estos ingredientes. Añadiría tal vez el incorformismo y la honestidad.

Hoy les hablaré a las Chukis como quien no quiere la cosa de Renzo Piano, y como les parecerá un tostón voy a recordarles el Museo Nemo que vimos en Amsterdan hace sólo unas semanas. Una estructura de pez flotando entre las aguas, sin ampulosidad ni destellos a lo Frank Ghery. Y puede que intente que lean esa entrevista de la que extraigo un último pensamiento con el que no puedo estar más de acuerdo:

Adefesio Calatrava

“La belleza cambia la vida de las personas, cambia el mundo. Su rol en nuestra sociedad, aplicado a la escritura, la pintura, la música o la arquitectura cobra una grandísima importancia. Y en particular la belleza de la arquitectura es vital, pues es el arte de construir lugares para los seres humanos”.

P.D. Sigo pensando que prefiero entrevistar a hombres y mujeres talentosos y mayores de 70 años. Me parece que sus inteligencias deslumbrantes pasadas por la ligereza que otorga la perspectiva vital los convierten en los mejores interlocutores imaginables.

P.D 2. Santiago Calatrava, por si no lo recordáis, es Premio Príncipe de Asturias de las Artes. O cómo fascinarse con los fuegos artificiales.