Sandy

“A veces, por hacer fiesta, el señor Merlín salía a la era, y en una copa de cristal llena de agua vertía dos o tres gotas del licor que él llamaba “de los países”, y sonriendo, con aquella abierta sonrisa que le llenaba el franco rostro como llena el sol de la mañana, nos preguntaba de qué color queríamos ver el mundo, y siempre que a mí me tocaba responder, yo decía que de azul (…) Esmelle, selva ancha y antigua, en la memoria la llevo yo de azul pintada, como si una enorme y tibia luna posara, en un repente, en la tierra”. Merlín y familia. Álvaro Cunqueiro.

Desde que la realidad se ha puesto fea, los humanos fabulamos a destajo. Lo noto en casa, donde el índice de trolas ha crecido exponencialmente. La mentira contada bonita merece un indulto, quiero pensar. No sé cuánto leí a Cunqueiro, sí recuerdo la sensación de desapego al realismo mágico que experimentaría después, cuando la fantasía animada llegó en tromba para la adolescente que fui del otro lado del océano. Una mente estricta como la mía prefería los malabarismos de pura realidad. En casa, de siempre, hubo dos bandos: los fabuladores (más bien exagerados y proclives al adorno de lo que nunca fue) y los precisos, que antes muertos que hiperbólicos. Resumíamos así los dos polos de la vida,  y me temo que seguimos haciéndolo, aunque siendo yo del bando B he terminado pasándome al enemigo con los dedos.

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Y entretando el mundo se ha puesto al rojo vivo. Un huracán en la costa Este de EEUU es un huracán de todos y tiene nombre de mujer casquivana disfrazada de virgen de los ochenta: Sandy.  A Mariló Montero le han arrancado la opinión, decir que el órgano transplantado podría tener alma es un desatino si no eres Cunqueiro, nena, y Messi ya es Balón de Oro (un título muy James Bond, que también devora titulares por el estreno de “Skyfall”, epítome de la ficción más previsible y precocinada que sin duda veré con mis troleras favoritas).

Todo es mentira, si no salpica y revienta los diques. “Para el hombre del tiempo un huracán es la superbowl de las noticias”, decía ayer la corresponsal de TVE en Nueva York. Una mujer rubia y cabal que narra con sereno realismo y entonación de actriz profesional lo que sucede allá. Detrás de ella, un nutrido grupo de hombres y mujeres del tiempo rugía de placer ante la inminencia de su momentazo, su minuto de gloria. Lo más épico desde Bill Murray y su día de la Marmota. (Atrapado en el tiempo, esa peli que no me canso de ver y  con la que saco mi carcajada más simplona).

Sandy es azul, porque Merlín así lo ha dispuesto en su copa de las catástrofes. Con esos mimbres se ha subido Bayona a “Lo Imposible” y ahora tendrá que competir en taquillazo con los Telediarios que muestran un mar que ruge y casas tipo Hamptons ladeadas como barcos de cascara de nuez. 

Otro Merlín

Y a los que tiritamos al otro lado de la orilla no nos queda otra que fabular. Invocar a Merlin, al dios Cortázar, beber de un cáliz rosa o amarillo y abrazarnos acunados por las palabras hasta que vuelva la calma a nuestras vidas. 

Y amar a Bill Murray y volver a escuchar la musiquilla de la fiesta de la Marmota. No falla, lo juro. Te da la risa floja.