Mi querida Big Bang:

“Quien se casa con su amante deja un puesto de trabajo libre”. La frase no es mía, desgraciadamente. La amante siempre ha tenido mucho más glamour que la legal, pero siempre le ha perdido ese deseo irrefrenable de abandonar el banquillo y saltar al campo. 45 minutos de sexo bendecido bien valen la renuncia al charme y al murmullo soterrado.

En la más estricta tradición literario-sentimental, la amante se lleva los joyones y la soledad a casa. En ella se da la paradoja de que, siendo la cómplice de unos cuernos bien aposentados, tiene cierta querencia a la fidelidad y a la barra libre de ron. Y a veces, como la legal, se atiborra de pastillas para dormir.

Digo yo que para ser amante hay que valer. Es un talento. Si vas a estar todo el día pendiente del teléfono y sin poder llamar tú, es que no tienes temple. Si pretendes programar un fin de semana de lujuria y despreocupación, cuidado, que podría cancelarse en el último momento y terminarás desayunando sola en una terraza con vistas al peñón de Gibraltar, desde donde un mono te hará muecas.

Vale, sí, me has pillado. Aún no he sido amante y trato de autojustificarme. Nadie me lo ha propuesto, de hecho. Y eso es más de lo que mi ego puede soportar. ¿Acaso se han dado cuenta de mi incapacidad para el disimulo? ¿Saben que lo mío es dar la nota en bodas, bautizos y comuniones? ¿Han intuido ellos que les iba a salir cara, carísima, por mi afición a los trapos y a los zapatos de suela roja?

Sí, quiero ser “la otra” por un día. Considero que Camila Parker-Bowles ha perdido todo su encanto desde que se casó con Charles. Ya no se dicen guarradas por teléfono ni se citan en hoteles boutique de campiña para un retozo rapidillo y majestuoso. La muerte de lady Di los ha matado por dentro. Como amante su mal gusto era un exotismo aceptable. Como improbable reina de Inglaterra, un chiste obsceno.

Amantes del mundo, abridme vuestro corazón. Es lunes y hay que salirse del guión o no resistiremos el embate de un eternidad llena de esposas legales que os envidian secretamente, aunque sólo sea por un instante.