Mi querida Big-Bang:

Suleimán, el segundo de Mubarak, ha pedido a los egipcios que “no escuchen la televisión por satélite, sino sus conciencias y a dios”. Me parece un pedazo de consejo. Los satélites son la misma representación del demonio, y la conciencia es siempre relativa. Además, si no la tienes, no la echas de menos. Lo malo es que puede ser mala conciencia, y entonces sólo te queda la confesión con dios, si se persona,o la televisión por satélite para sintonizar a Suleimán. Cosa que él mismo desaconseja. ¿En qué quedamos, tronco?

Suy mega fan desde hace décadas de un cómic llamado “Iznogud, el infame”. El tipo era un enano tiñoso que se pasaba las viñetas murmurando “quiero ser califa en lugar del califa”. Pero eso nunca sucedía y el pobre cocía su mezquindad en su propia salsa barbacoa. El síndrome de Iznogud es perfecto para referirnos a los segundones agazapados que esperan sus quince minutos de gloria desperdiciando su dudoso talento en urdir deslealtades. Son muchos, suelen encogerse y utilizan los descansillos para compartir su mediocridad entre calada y calada. Luego ocultan sus dagas en la faltriquera y miran al califa con recelo y un punto de desesperación.

Aún así, tengo debilidad por los actores de reparto. Como Chulín, el mayordomo de Ángela Chaning, mi musa de Falcon Crest. Un ejemplo de prestancia abriendo la puerta del coche o sirviendo con guantes blancos una copa de vino a la chunga de la señora. El tipo era de esos que hablan poco pero lo clavan. Ignoro si escuchan la parabólica o a dios. Tanto da. Pero lo cierto es que su presencia le daba una tensión casi insoportable al plano secuencia. En cualquier momento podía sacar una daga o echar un polvillo de cicuta en la bebida y la venganza se perpetraría. El “momentazo Chulín” alimentó muchos trayectos de metro con mis amigas de la universidad, fantaseando sobre cómo sería, con todo lujo de detalles más o menos gores. Claro que entonces no había parabólica, ni conciencia, y dios no viajaba en la Línea 6.

Te dejo, que me ha sobrevenido un ataque de nostalgia por las series de malotes. Quiero, necesito, que vuelva Falcon Crest a mi vida. Por satélite o por ósmosis. Contra el pesimismo, maniqueísmo. Y ya cultivaremos la conciencia a lo Suleimán en algún momento, si eso…