Mi querida Big-Bang:

¿Puede una botella del whisky de malta evaporarse solita sin que nadie haya roto el precinto? Necesito urgente un físico de buen ver que venga a casa con su maletín de CSI. Yo, como sabes, soy alcohólica selectiva. El whisky lo encuentro muy intelectual, muy laurenbacalliano, pero donde esté una gin canalla estilo Dashiell Hamett que se quiten los dulces tonos maderas para chimeneas de hotel con hilo musical.

De acuerdo, ahora me enemistaré con parte de la población etílica, que es lo que me faltaba, pensarás. Pero es que bebo ginebra por simpatía, aunque disto de ser una olímpica como mi amiga E., que en las noches de luna y barra con bola de espejos ochenteros acostumbra a sentenciar: “las profesionales tomamos Larios”. A mí lo de profesionalizar el alcoholismo me hace cierta gracia pero, nena, no estás aquí para chutarte un panegírico del drinking, sino para resolver tu expediente X doméstico.

A saber: andaba yo buscando la botella de vinagre del cutre para espantar los piojos de las chukis (sí, una tiene su glamour y también faunas chupadoras de sangre, tan de clase media). Digo que justo iba a por esa botella cuando me encontré con la otra. Un ejemplar de whisky raro que me trajo el grecochipriota novio de mi amiga M., con su preciosa botella desing, y que pensé: “bebérbela, lo que viene a ser bebérmela, no creo que lo haga, pero performante para mis noches de echados a perder es un rato”. Y ahí se quedó, esperando su oportunidad de lucimiento.

Otro inciso. Encuentro sexy al bebedor de whisky. Tengo para mí que tomar alcohol puro sólo con hielo es como bendecir el cáliz, con perdón. Tiene algo de ritual religioso y esa pausa mientras se deshace que acompañada de un pitillo otorga al sujeto un aire a cine negro de calidad que bien merece el vicio doble. Pero al parecer alguien en mi casa ha pensado lo mismo y se ha entregado a fondo, no sin tener el detalle de dejar apenas dos centímetros de bebida, que me hicieron pegar un bote y avinagrarme la cara.

¿¿¿¿¿Quien se ha bebido el whisky grecochipriotaaaaaaaa???? bramé por el pasillo. Nadie. Por supuesto. La dolescente entró en brote rebelde y me dio con la puerta en las narices; minichuki quería saber urgentemente qué era eso de grecochipriota (¿es un insulto, mami? Mola!) y J., como experto en hurtos etílicos y ex bebedor militante, me sugirió al otro lado del teléfono: “Chitina, ¿estás segura de que no has sido tú en un mal día?”.

Tras el éxito de mis investigaciones, precinté el mueble bar, con unos guantes blancos tal y como había visto hacerlo a Chulín, el mayordomo de Angela Channing en Falcon Crest. Uno de mis ídolos. Espero no haber dejado demasiadas huellas falsas. Hoy no pienso moverme del sofá hasta que llegue mi físico Holmes. Y, si se retrasa, lo mismo me echo un dedo de malta on the rocks y sueño con esa melena tan rubia, tan Lauren, tan Bacall.

Como dice mi amigo el Chino (y no es un delincuente de descampado pese a lo que el alias pueda sugerir), “desconfío de la gente que no prueba el alcohol”. Yo también, pero más aún de los que asaltan el bar de una familia para ponerse hasta las trancas de whisky ajeno. Espero que tengan retortijones grecochipriotas en estos momentos.

PD. Dedicado a Bombay, Hendricks, London y esas otras amigas que convierten las noches de amistad y risas en asombrosas películas de Peter Sellers.