Alina Kabaeva, ¿Novia de Putin?

Una de cada seis mujeres rusas estaría encantada de casarse con Vladimir Putin, según una encuesta
divulgada con motivo de su cumpleaños. “Su imagen de
hombre sano, alejado de vicios habituales entre los hombres rusos como
el alcohol y la vagancia, es uno de los pilares de su popularidad”
, asegura la misma información que desvela que el Presidente está a punto de casarse (si no lo ha hecho ya) con la joven y “flexible” gimnasta nacional llamada Alina Kabaeva.

Hay que ser muy joven y, desde luego, muy flexible, para contraer matrimonio o salir a cenar con semejante tiparraco. La mirada de hielo, su aspecto de malo de James Bond y esas fotos a caballo con el torso desnudo con las que calienta las campañas electorales deberían ser suficientemente disuasorias para cualquiera, argumentos políticos aparte. Pero parece que las rusas están hartas de maridos borrachos y pobres que se acuestan puestos de vodka hasta las cejas. Y Putin será un chacal con los colmillos manchados de sangre pero nunca tendrás que ir a buscarlo a la taberna a las cinco de la mañana para llevarlo a casa a rastras entre vómitos agrios y magreos por debajo de la falda (de esto último no estaría tan segura).

A veces las mujeres, y los hombres, son pragmáticos hasta el delirio como esas rusas y eligen bajo mínimos. La que no me haga sombra, el que no flirtee con otras, la que me admire sin límites, el que no se levante de mal humor ni  huya de las responsabilidades, la que no esté enganchada a su madre… Y así, con estas wish lists tan ambiciosas, puedes terminar con un hijo de Putin al otro lado de la cama. El reduccionismo sentimental es un valor seguro y una condena, pero nadie te lo cuenta cuando eres joven y sales al ruedo del amor sin más armas que la tersa flexibilidad de Alina Kabaeva.

Hombre blanco de sesenta busca mujer flexible

Que a muchas les fascina el poder, es indiscutible. Ahí está la última novia de Berlusconi, jovenzuela ¿incauta? que se sienta en sus rodillas para la foto mientras las congéneres dudamos entre zarandearla por idiota o por demasiado lista. Mi amiga A. suele referirse a esas mujeres que hacen que las demás perdamos terreno y dignidad por transferencia. Esas tontuelas aparentes que se contonean delante de tipos sudorosos para conseguir sus fines. Esas otras que baten las pestañas y provocan un ciclón. Las presuntas independientes que matan por un hombre que las financie ad eternum. La manicura royal y una cena en barco a la luz de las estrellas, mon amour.

Me alegro de no ser rusa, querida Alina. Los únicos hombres que me gustan de tu país son los de los coros del Ejército Rojo cuando elevan  sus voces vibrantes y taladran el cielo con las bayonetas entregadas a sus pies. Recuerdo una actuación emocionante en la que esos militares melancólicos, esencia machirula y tetosterona marcial, entonaron “Amapola”, sus mandículas cuadradas, espaldas enhiestas, en contraste con la delicadeza de una letra y una música que no se asoma en los discursos de Vladimir Putin ni por error de transcripción.

AMAPOLA

De amor, en los hierros de tu reja

de amor, escuché la triste queja

de amor, que sonó en mi corazón

diciéndome asi, con su dulce canción

Amapola, lindísima amapola

será siempre mi alma, tuya sola

yo te quiero, amada niña mía

igual que ama la flor la luz del dia

Amapola, lindísima amapola

no seas tan ingrata y ámame

amapola, Amapola como puedes

tu vivir tan sola…

Creo que en la wish list de mínimos habría que incluir la capacidad de emocionarse y dejar las armas mucho antes de entrar en la cama con mujeres incautas o ambiciosas de salón que aún no se han enterado de que un tipo malo puede ser que no beba vodka ni te resobe en un callejón, pero te condenará sin duda a un destierro de lágrimas secas. A vivir tan sola como una Amapola. Lindísima. Eso sí.