Espero ansiosa a mi hombre Black&Decker.

En mi mano, la lista de todas las reparaciones del hogar que he ido postponiendo a lo largo de los meses. Cambiar una estantería, enderezar un cubre radiador, colgar un espejo, montar una cómoda morada, arreglar unas puertas… Asuntos pendientes que aprendes a no ver porque hay otras urgencias. Hasta que tu casa es Sarajevo y piensas que no es mala idea invertir un día, el último día de vacaciones, en poner las cosas en su sitio.

Entonces llamas a Mr. Black&Decker. El hombre que más necesitas en estos momentos. Un tipo con toda “la herramienta” -en singular- para hacer tu vida más fácil.

Con el paso de los años he aprendido a apreciar a esas personas capaces de hacer fácil lo que para ti es alta ingeniería. Por ejemplo: poner un aplique de luz. Por ejemplo: escribir una página de asombrosa calidad literaria sin florituras ni abracadabrismos (sigo colgada de Coetzee, cierto). Por ejemplo, diseñar un edificio sin costuras a la vista.

La poesía pura de JRJ.

No es que 2013 me haya pillado minimalista, es que bajo lo simple yace a veces un circuito asombroso de movimientos de alta precisión que consiguen componer una realidad perfecta. El diseño más íntegro se nutre de esos circuitos. Y luego está en singermornismo. O sea, el aparataje para fingir talento donde sólo hay grandilocuencia.

Lo ves en el cine, en la moda, en los videos musicales. Y en las conversaciones de tertuliano mediocre.

Anoche inauguré mis vigilias escuchando El Larguero, en la cadena SER. Para no gustarme el fútbol, podría examinarme hoy de un tema monográfico: El balón de Oro 2013 y sus alrededores.  José Ramón de la Morena entrevistó a Vicente del Bosque, elegido mejor entrenador. Y a cada pregunta del primero, el segundo respondía con un recital de aparente simplicidad que escondía munición pesada.

Del Bosque habló de la integridad, de cómo hay que llevar los valores al fútbol, del poder del equipo frente  la individualidad, y cuando De la Morena intentó que mordiera un anzuelo venenoso y criticara a Cristiano Ronaldo por haber comparecido en la rueda de prensa sin quitarse la gorra, el míster respondió: “A los jóvenes les queda bien ese tipo de ropa”.

Sospecho que bajo la aparente simpleza de este hombre bueno hay mucha reflexión. Que bajo su asombrosa modestia ha habido un trabajo duro de autoconocimiento. Que este hombre ha domesticado a la soberbia, si alguna vez habitó en él, y ha logrado lo que yo querría para mí: no juzgar, sino tratar de entender las reacciones ajenas en su contexto. La empatía como una de las bellas artes.

Van Dyck, Autorretrato

Ayer, hablando de arte, arrastré a mi adolescente al Museo del Prado para ver dos exposiciones. El Joven Van Dyck y los paisajes de Martín Rico http://www.museodelprado.es/exposiciones/info/en-el-museo/emel-paisajista-martin-rico-1833-1908em, pintor al que desconocía en mi ignorancia, y que no voy a olvidar nunca.  Debo confesar que mi hija y yo llegamos medio enfadadas porque ella imaginaba un día de rebajas en lugar de un chute de cultura, pero yo he aprendido a ser melasudista con sus arrebatos ciclotímicos.

Fue entrar en la primera sala y soltar las armas. Un autorretrato de Van Dyck hecho a sus dieciséis años nos dejó mudas a las dos. Luego mi ado fue por libre y se paró en lo que le gustaba, con un recorrido errático que tenía todo el sentido. Yo la miraba de reojo y admiraba en los cuadros la evolución hacia el virtuosismo de un pintor que supo estar a las órdenes de Rubens y salir con una impronta personal. Cada vez menos ruidoso, más centrado en la pincelada ágil.

Ágil como mi hombre Black&Decker, que llegó hace apenas unos minutos y ya ha puesto en marcha la taladradora.  Os dejo.  Mi vida está a punto de ordenarse.

El primer paso hacia la necesaria simplicidad…