Cristina y Urdangarin

 -Mañana declara otra vez Urdangarin. ¡Menudo sinvergüenza!
-Y la Infanta Cristina, ¿estará aún enamorada, será así de tonta?
 (Dos señoras. Patio de butacas.Cine Renoir Retiro. Madrid)

Fundido en negro.

Un hombre y una mujer están  sentados en el teatro del colegio donde la hija de ambos hace su representación musical. A ella se le saltan las lágrimas y él quiere saber por qué. Ha encontrado al perro muerto. “Te dije que cerraras la jodida cancela”, murmura él, sin dejar de mirar las evoluciones de la hija en el escenario.

En ese momento, han pasado apenas unos minutos de película, entiendes el desamor. El desgaste en una anécdota cotidiana. Todo el dolor y el resentimiento contenidos en siete palabras. Es el fin.

Blue Valentine

De eso va Blue Valentine, una película de Derek Cianfrance que tenía ganas de ver seducida por su trailer, que se estrenó en 2010 en EEUU y que ha tardado más de dos años en llegar a España, ignoramos por qué. Michelle Williams y Ryan Gosling (segundo rubio del que me enamoro, empiezo a preocuparme) encarnan el auge y caída de la pareja, y  hay quien vende la película con la leyenda “para escépticos del amor”. Soy el target perfecto.

No todo en el filme es tan sutil. Pero los arquetipos funcionan. Él es un Peter Pan con todo el salvaje atractivo de los peterpanes. Divertido, sexy, un tipo dotado con mil talentos que no aprovecha. Un potencial en bruto, como ella le echará en cara en una secuencia dramática de la película que concentra ese instante, ese clic del final. Borrachos los dos en la bautizada como “la habitación del futuro” -qué ironía- de un motel de carretera grotescamente decorado como una nave espacial con mareante cama giratoria.

Un rato antes de que empiece he mandado un whasapp a M.: “¿Te apuntas a un dramón de desamor?”. Me contesta que ha quedado con su última nueva probable gran pasión. Respondo: “Pues a por ella, que la vida es corta y el amor efímero”. Responde: “Que te den. Aunque reconozco que tengo todas las papeletas para sufrir”. Respondo: “Carpe Diem“.

-Me dijiste “en lo bueno y en lo malo”, le suplica Gosling a Williams. “Pues este es mi peor yo”

Mi vecina de butaca me da en el brazo. Está mareada. Se va a desmayar. La ayudo a tumbarse en el pasillo, le doy agua y le refresco la frente. “LLama a Steve”, me suplica extendiéndome su I-Phone. Lo llamo. “No me conoces, pero tu chica se acaba de marear y te necesita”. “Oh, pobrecita, voy corriendo. Dile que en quince minutos estoy allí y… que la quiero”. Lo encuentro conmovedor. “Así da gusto desmayarse”.

En lo bueno y en lo malo.

Hora y media después se encienden las luces.  Las dos  señoras vuelven a Urdangarin y la infanta Cristina. “Pobrecita, menudo trago le está haciendo pasar el tiparraco ese”.

Me pregunto: ¿Estará la infanta Cristina a punto de reprocharle que no cerró la jodida cancela y el perro escapó? ¿O piensa asumir su peor yo cuando hoy su marido baje la rampa de los juzgados nuevamente, y se las vea con el juez Castro, y tenga que dar explicaciones de Noos, de Aizoon, de Camps y Rita Barberá, de los mails envenenados de Diego Torres, de cuentas en Suiza, de informes fantasmas?

¿Puede el amor sobrevivir al engaño, mientras sea a cuenta de otros?

Y, volviendo a la película,

¿Por qué en los inicios nos ponemos una venda para poder bailar claqué en la calle, como Michelle Williams en ese trailer adorable? ¿Por qué en los finales nos irrita que el otro respire fuerte o haga demasiado ruido al levantarse una mañana de domingo?

Y, lo más importante. ¿Dónde estás, Steve, si me desmayo?

http://www.youtube.com/watch?v=Ksn1U452EfQ