A Mercedes Milá la ha sacado Interviú en pelotas. Lo malo, pienso mirando esa foto donde una señora de ¿sesenta? muestra cada parte de su anatomía en su casilla correspondiente, desafiando años y gravedad, no es que tus pechos ahora sean de dominio público, sino que te muestren tan fea de cara y con esos pelos. Ninguna mujer resiste una foto con gafas de snorkle y las tetas al aire (hay una así en el reportaje). Bueno, puede que Kate Moss, esa diosa que ayer asomó al programa de Anne Igartiburu, la mujer “oxidada”, como protagonista de una campaña de rimmel de ojos. Guitarrera, salvaje e indemne a los temporales de alcohol y sustancias.

A Kate le hemos visto el cuerpo desnudo una y mil veces. Conozco a una mujer que se llevó una foto de la modelo a la clínica donde le hacían la depilación láser: “Quiero el pubis de Kate”, dijo tendiéndole a la estheticienne una foto de Mario Testino con un integral de la Moss que era palabras mayores. La de la clínica ni pestañeó. Cogió la revista, examinó el monte de Venus (escaso) de la británica y procedió a trazar sobre su clienta la silueta soñada. “Al menos ella y yo nos parecemos ahora en algo”, pensó la depilada.

La Milá no es remilgada, veréis. Recuerdo un viaje a Senegal con ella y una reunión con las mujeres de San Luis, esas que colocan el pescado al sol para pudrirse. Yo me había preparado para pisar raspas podridas con unas botas robustas pese al calor. Ella llevaba sandalias y sus pasos crujían sobre aquella superficie nauseabunda sin que pareciera alterarle ni un poquito la posibilidad de que sus dedos tocaran suelo. Luego, ya con las mujeres y en francés, les habló de hombres y seducción, y ellas se partían de risa y contaban cómo la noche que cataban marido (ellos practican la bigamia legal) se ponían guapas por dentro. En ese momento la Milá se sacó el elástico de su tanga y la gesta picantona fue muy celebrada.

Ayer pensaba cómo le habría sentado la portada de Interviú, y se me ocurrió que lo más doloroso para ella no habría sido la exhibición de sus carnes -me consta que está a gusto con su cuerpo- sino que no le hubieran pedido permiso. El asalto a mano armada es inaceptable para casi todas, pero aún más para las mujeres Aries que, como ella, deciden cuándo y ante quién practicar un striptease o cualquier desvarío. Mercedes Milá puede tocarle el culo a un concursante de Gran Hermano, o hacer que éste se lo toque a ella.  O confesar que hasta el Rey se mea en la ducha. O montar una bronca del carajo la vela en directo. Pero sólo si ella lo quiere, cuando ella lo quiere y con el público elegido. Hoy habrá muchas manos anónimas manoseando sus curvas y la imagino furiosa. O muerta de risa, porque ella también es imprevisible.

No querría estar yo en la piel del director de esa revista (el más endeble de los tertulianos de Hora 25, por cierto). Mercedes Milá puede ser la mejor de las amigas o tu peor enemiga. Aunque esté en pelotas, aunque no haya una cámara de televisión registrando el momentazo. Como no es mi amiga le digo que cualquier reacción me parecerá poca. Que si hay que desnudarse frente a la sede del grupo Zeta en señal de protesta aquí tiene otra Aries dispuesta al numerito. 

Y que espero tener a su edad esa tripa lisa, esos pechos brincones y esa firmeza en los muslos. O en su defecto el culo de Kyle Minogue, otra madura gloriosa que ayer lo mostró voluntariamente al mundo y nos dejó sin palabras.

Pero sobre todo juro que jamás volveré a ponerme unas gafas de snorkle. Es peor que lo del desnudo masculino con calcetines…