Mi querida Big-Bang:

El calor lo carga el diablo. La casa es una olla a presión y mi cuerpo retiembla como la lavadora vieja que durante el centrifugado sale a pasear. Imagino la de serial killers que estarán frotándose las manos y afilando los cuchillos para salir tras una víctima propiciatoria. Sí, todos los malos instintos se agudizan a más de 30 grados.

Elige una camiseta vieja de algodón y envuélvete en ella. Saca la gorra de cuadros y ventila la cocina con un abanico verde. Ve lavando cuidadosamente los tomates, el pepino, el pimiento, con el agua bien fría, y mantén las manos bajo el chorro un poco más de la cuenta. Una obligación más y me pondré a gritar como Violeta Elisabeth, mi musa de Daniel el Travieso: “Gritaré y gritaré hasta ponerme histérica, y sabes que puedo”.

Un termómetro calenturiento es la promesa de un delirio. Observa a tu chuki macho envuelta en su disfraz de Batman (“Bassssman”) con reminiscencias de Spider man. Y sin una gota de sudor. Ella no renuncia a nada, y lo siguiente, lo sabes, es enfundarse el de Superman “Returo” (Returns en versión original). Pero ese disfraz lleva unos abdominales de gomaespuma tan gruesos que lo mismo le da un siroco y terminamos en urgencias de algún hospital sin aire acondicionado, lleno de tipejillos que estornudan en tu cara y llaman máma (acentuado, sí) a su mamá.

No way. Pela el ajo cuidadosamente. Observa el tendedero de la vecina y da gracias al cielo porque ninguna de esas horribles bragas sea tuya. Pica el pan y empápalo en vinagre, pero no de Módena, que le da un sabor despistante. A mano el aceite, la sal y el comino. Un gazpacho es la metáfora de la vida. Cambias un poco los ingredientes y cambia el argumento general. No hay dos tomates iguales, ni dos días repetidos. Uy, las meninges te están jugando una mala pasada, nena. Sal de ese jardín y dale al botón de ON.

El reloj avanza, el hielo machacado aligera la densidad de la mezcla. Metes las cuchara, no está tan mal. Miras el cuchillo y lo guardas rápidamente en el cajón. Domesticados los instintos, sólo queda comer y dormir. Afuera los locos deben estar haciendo muescas en el cabecero de sus crímenes. Socorro!