-¿Quién ha tirado el libro de los coños de Taschen? (a voz en grito)
-Hemos sido M. y yo. “The Big Book of Pussy” era una guarrada de casquería con coartada artísticocultural. Daba asco ser mujer, no te digo más.
-¡¡¡Pero qué habéis hecho, si lo quería Manolo el de las persianas!!!
-Pues llevaba meses ahí y un día lo estuvimos mirando y nos pareció asqueroso, así que lo tiramos al contenedor de papel de común acuerdo.
-¡¡Sois peor que la Inquisición!! Yo le había dicho a Manolo cuando me lo pidió: “No te preocupes, Manolo, que tú los coños los vas a tener”.

La conversación fue más o menos así, de Almodóvar. M y yo quedamos como dos puritanas con prejuicios y U. no desaprovecha la ocasión de amonestarnos desde el día de autos. “Ya sabéis que los maricas somos misógenos, pero tirar un libro a la basura es un pecado”. A lo que nosotras rebatíamos como un arsenal de caras de asco porque el libro es una sucesión de aparatos femeninos abiertos y expuestos con toda su crudeza. Y si el arte es sólo provocación, desde luego estamos ante una obra culmen de la genitalidad artística. Un tótem cárnico. Un referente sexmundial como los callos, entresijos y gallinejas en la gastronomía.

Y si el libro pretende sacudir el tabú, puede que lo consiga, pero antes sacude los cimientos del buen gusto general y te dan ganas de someterte a una castración radical con triple ración de anestesia.

Asumo que después de estas afirmaciones voy a perder mi pátina de mujer liberal y openminded, pero creo que podré superarlo. Para compensar, busco la web de Taschen, editorial que admiro y que me ha procurado largas horas de placer con sus volúmenes exquisitos, de factura impecable y nada convencionales. Y el conejo, nunca mejor dicho, sale de la chistera. Voilá!

“Primero The Big Book of Breasts, después The Big Penis Book, The Big Book of Legs y el voluminoso Big Butt Book. ¿Qué podía venir a continuación sino una exploración en profundidad de la parte pudenda femenina, ese codiciado orificio del que el hombre se pasa nueve meses tratando de salir y toda una vida intentando volver a entrar?“.

La simpar Vanessa del Río

Reconozco que tiene cierta gracia lo del codificado orificio con sus salidas y entradas, así que sigo leyendo: “Se incluyen entrevistas con el autor conocido como Pussyman; el ex policía que convirtió la masturbación en millones con un juguete llamado Fleshlight; Vanessa del Rio, la jugosa Flower Tucci; la artista de performances vaginales Mouse, y el singular Buck Angel. Los fotógrafos contemporáneos Terry Richardson, Richard Kern, Ralph Gibson, Jan Saudek, Guido Argentini, Ed Fox
y otros nos muestran sus fotos favoritas de coños, de modo que para la
página 372 incluso el lector más tímido estará clamando: “¡Aquí,
conejito, conejito!“.

Eso debió pasarle a Manolo el de las persianas cuando miraba a hurtadillas el volumen, colocado estratégicamente en una estantería próxima a la fotocopiadora.  Una suerte de frenesí conejil que sólo se saciaba con más y más imágenes de mujeres insinuantes, divertidas, sorprendidas o ingenuas, sabedoras de que no dejarían a nadie indiferentes al mostrar su intimidad. Especialmente a las mujeres.

Tras perpetrar el crimen como hubiera hecho la alumna de colegio de monjas y niña del Cuéntame que albergo, siento que le debo algo al de las persianas, que desde que se enteró de mi delito, y sobre todo de que M y yo “sabemos” sus anhelos literarios más ocultos entra cabizbajo y apenas se detiene a comentar como solía. Creo que debo regalarle un libro provocador, ma non troppo. Algo que le inspire como el Pussy book, pero no ofenda a las inquisidoras. Porque soy cabal, abierta de mente, moderna y transgresora como yo sola.

-¿Y para qué querría Manolo el persianero ese libro asqueroso?
-Y yo qué sé! Para llevárselo al cuarto de baño…
-Ay, qué asco…Ahora sólo podré imaginármelo allí cuando lo vea arreglar las persianas!!!

Sí, soy una liberal.