Lectura para el Día de la Mujer Trabajadora

El libro de las mutaciones

Hoy es el Día de la Mujer. 8 de marzo

Una mañana, hace años, tras visitar una exposición en el Centro de Arte Reina Sofía, entré en su librería y me compré un ejemplar titulado El libro de las mutaciones” de Yi King. Un compendio de pequeñas adivinaciones y textos filosóficos -algunos muy crípticos- que decía ser el libro de cabecera de los chinos y la obra más importante de la tradición de ese país.

Pese a tan ampulosas credenciales, mi presa era pequeño como un misal y confieso que me lo llevé por su portada, una delicadeza de diseño oriental donde un dragón expande su fuego con más cara de susto que de amenaza. No pensaba leerlo entero, desconfío de esas sentencias que no entiendes demasiado y te obligan a interpretar al pairo, con coartada sufí o tao, al son martilleante del oráculo. Mi intención era jugar al azar y divertirme, recrearme en expresiones y frases musicales.

Esta mañana en la que todos hablan del Día de la Mujer Trabajadora no tengo afán de estruendo de trompeta, sino acaso de tibio pizzicato. Y he rescatado el libro porque estoy mutando y pierdo piel a pellejos como una lagarta fatigada de caminos, loca de planes.

(Soy mujer, trabajo 365 días, como tantas, no veo límites y a veces me los pongo a mí misma, como atar los cordones de una zapatilla con los de la otra). Y si abro al azar mi libro de las Mutaciones, ese divertimento de tantas mañanas con tantos libros, me saluda una expresión para mí inédita: “Estar conmovido hasta la carne de los hombros“. Y así ha sido cuando esta madrugada desperté y en mi correo había un plano amorosamente trazado de una casa que reza al dios Campo y desafía al viento más terco y asesino. Una proyección sublime, un ritual que se prepara y aún no es, y que me anima a proyectar todo lo que escribiré en esa mesa, cómo será la silla, qué esquina protegerá mi espalda, qué música envolverá el traqueteo de mis dedos al bies de la respiración de mis amigos ficticios.

Mutación, estoy de mutación y siento vértigo. (Y soy una mujer trabajadora, y blablablá. Y a ratos querría ser una vaga, permitírmelo, o al menos dejarme ir por la corriente y no andar siempre ganando tierra al viento, adelantando casilllas del juego de la oca antes de que la oca esté siquiera apostada en el tablero).

Día de la Mujer trabajadora

Mi casa con patio

J.G

El presagio es desfavorable y puede durar tres años“. ¿Qué me quieres decir, noble Yi King?

Mi activismo de hoy -así celebraré este Día que no debe existir en el futuro- es regalarme un gramo de aliento. Parar y que suceda lo que toque, sin miedo y con un puñado de almendras en el bolsillo para el camino al patio. Soy el signo de Marte, guerreo por defecto, y hoy solicito un hombro que se conmueva por mí hasta la carne, un respiro y un signo que interprete sin prisas, a un ralentí que nunca va conmigo.

Soy fuego, el rojo es mi color, dice el horóscopo.  El dragón de la contra de mi libro misal es bermellón y juraría que ríe sin mirarme a los ojos, casi burla.

(Feliz Día, Hijas, Amigas, Hermana, Cuñadas, Madre, Compañeras, Colegas, Desconocidas que sois y laborais a diario sintiendo lo que cuesta subir la cuesta. Fortaleza y alivio).