Ayer viendo el telediario el chorro negro de las noticias del Telediario (de TVE, soy una clásica)  nos salpicaba a mi hija y a mí en el sofá: de las black cards y la Gurtel (corrupción) a la familia descuartizada en Pioz (asesinato con ensañamiento); de la desaparición de Diana Quer (¿asesinato, huida?), a la prohibición de practicar sexo en público e ir desnudos en Badalona y de saltar entre balcones y al vacío (realismo sucio), pasando por el asunto de las violaciones en grupo relatadas como gestas por wasap o la conversión de un barrio de Barcelona en un sucio picadero de yonquis junto al jardín donde los niños juegan.

Entonces las dos sentimos a la vez que nos costaba tragar. Asumiento que somos bestias, es duro asimilar de lo que somos capaces cuando nos quitan la capa de urbanidad; el peto del respeto propio y al otro. La coraza de los impulsos más salvajes. El chubasquero antibajezas.

Y luego vino la clásica reflexión: ¿Somos peor que nunca o es que ahora nos lo cuentan? ¿Suben las audiencias de los informativos a la llamada de la sangre, el engaño, el sexo y la violencia? ¿Es el Telediario el nuevo porno sin culpa?

El caso Quer me llama especialmente la atención. Desde que la joven desapareció no ha habido informativo que no diera cuenta del asunto. Las peleas de los padres, incluyendo los libros sobre psicopatías en sus mesillas. La retirada de la custodia de la otra hija a la madre. La sospecha de alcoholismo de ésta. El dinero y las influencias del progenitor. La anorexia de las chicas. Toda la sordidez que cabe en ese entorno idílico que nos han vendido que es una familia.

Y hay días, lo juro, en los que la pieza de turno de los Quer no cuenta absolutamente nada nuevo. Pero los que deciden los contenidos saben que al otro lado de la pantalla se sienta un público enganchado al serial y hay que aliviar sus jugos gástricos.

Mientras, una niña apenas ingresada en el mundo adulto anda por ahí, viva o muerta. Y tal vez ayude ver su cara cada día en la tele. O tal vez precipite un desenlace fatal.

Hay que alimentar a la bestia a costa de lo que sea. Tipos grasientos saltando desnudos entre dos balcones de Magaluf. Mamading como práctica al aire libre (hasta ayer no supe de su existencia como término de fellatio en plena calle). Señores con traje que no recuerdan en qué se gastaron 15.000 euros de golpe de unas tarjetas que no tributaban a Hacienda. Asesinos sueltos no extraditables que se toman su tiempo en hacer pedazos a su familia.

Amarna y el espot del Sarón Erótico

Hoy me saluda la mirada desafiante de Amarna Miller, la actriz porno de melena flamígera protagonista del espot del Salón erótico de Barcelona que ha traído de cabeza a muchos y muchas. “Estoy harta de ser la actriz porno que lee a Nietzsche, la que
deja bellas artes y se dedica al porno, harta del estigma social, no
soy una ninfómana
, no me acostaría con cualquiera, tengo más de dos y
tres dedos de frente y sé que hay mucho que cambiar en la industria como
la creación de un convenio o un sindicato”. Y la leo y no me escandaliza su defensa del porno como profesión. Y entiendo que se está dirigiendo a todos cuando señala con el dedo al respetable que se pone cachondo con lo que denosta.

Y me planteo si no debería dejar de ver las noticias de las nueve de la noche y en su lugar poner una peli bien sucia. Inocente y tan irreal, en el fondo, que seguramente nos alterará menos que el disparo de verdad de los Telediarios enfocados como un reality show  por una mente inquieta y avariciosa.