Sostiene T. que hay fantasmas que se quedan a vivir en nuestra casa y se apoderan del mando de la tele. Uno no los percibe hasta que, en sobresalto, pasa de estar viendo el Telediario -esas imágenes de niños sirios famélicos de ayer deben seguir quitándonos el sueño- a los “Dos Hombres y Medio” del anodino guapín de nombre Ashton Kutcher (ay, Charlie Sheen, cómo te echamos de menos las clásicas. Ese humor sarcástico y esa sonrisilla de lobo libidinoso no tenían precio).

Metabolizar el pasado. De eso se trata. Las tardes con T. son trampolines hacia una selva oscura donde habitan los monstruos burlones. Grasas muy saturadas que bloquean las arterias del yo y que cuando se diluyen dan ganas de bailar claqué en pleno paso de cebra. Esa mezcla de euforia y libertad, de la que tanto habla mi S.P en sus habituales tandem de palabras servidas con fármacos y té en el Ritz.

Una vez en el Ritz de París me hice un Lady Di con un famoso director de cine y su novia groupie. Los directores de cine gustan de cultivar parejas que los idolatren. O eso creo después de haber visto algunos casos y a riesgo de caer en la trampa de la generalidad, siempre perversa. Talento debería buscar talento, no pleitesía, me parece. Uno debe nutrirse y no regodearse con ayuda de una rubia y hasta de una morena, pero el ego del macho (y de algunas hembras, menos, seré paritaria por pura convicción) se hizo carne de pronto y acampó entre nosotros.

Con T. y su madeja tejimos la admiración como principio base de atracción entre dos, en todas las instancias: padres/hijos, amigos, pareja. Uno admira y se aproxima, y espera ser también nutritivo para el otro. Lo malo es que a veces el festín no se comparte, y ves al soberbio director -a veces diocesillo- con la churri escuálida a su grupa, riéndole las gracias mientras va haciéndose transparente como esas medusas torpes de la playa que se quedan pegadas a la arena y mueren de sequía o aplastadas por las palas de los niños.

Uno mira y admira. Se crece en el otro y se multiplica. El gozo de tirar a la red, esperar el contragolpe y correr a devolver la pelota. Y luego están esos que buscan la victoria a toda costa, pagando con el tedio si procede. Egos mediocres ansiosos de una cla que los aúpe. Onanistas que alquilan una mano para darse gustito. Y a veces son parejas duraderas. (Hay tantas clases de amor como bichos en el cauce del Amazonas).

A T. le parece, en su atalaya de quien vio todo y no se escandalizó por nada, que los humanos tendemos a compensar las taras. Como las escoliosis te obligan a caminar en una semicojera imperceptible para fingir donaire. Lo malo es confundir tu espalda con su espalda. Ashton el guapín ya me parecía irritante en sus primeros estadíos, pero directamente se puse una cruz (con raya) el día que colgó en redes sociales una foto de Demi Moore  donde explicaba que “su mujer” le estaba haciendo un servicio (a la vez que mostraba al mundo la retaguardia airosa de la doña).“Ahora mismo estoy viendo a mi mujer planchando mientras lleva puesto un bikini blanco. Gracias, Dios”.

No tengo nada en contra de planchar la camisa a un hombre. Incluso en bikini. Pero de ahí a ser exhibida como trofeo de caza hay un trecho. Me caíste fatal, guapito bobo. Me hice demimoorista sin remedio perdonándole incluso esa astracanada llamada “Ghost” que tanto daño ha hecho al imaginario romántico basado en cine flojo. Ella te dio las llaves de Hollywood, y luego la cambiaste por dos de quince años. Lo más crudo del caso es que hoy tú triunfas y te forras -no debes ser tonto pese a tu expresión absorta- y a ella se la ha tragado la tierra con bikini incluido.

Esas medusas tristes. Esos lobos voraces que parecían corderos despistados. Sin ellas os quedaís huecos. Eso va a ser.

Nota: Hacerse un Lady Di: salir  por la puerta giratoria del Ritz de París, como la princesa minutos antes de estamparse en el Puente del Alma. (Conviene no subirse a un coche después).

“Ahora mismo estoy viendo a mi mujer planchando mientras lleva puesto un bikini blanco. Gracias, Dios”

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“Ahora mismo estoy viendo a mi mujer planchando mientras lleva puesto un bikini blanco. Gracias, Dios”

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“Ahora mismo estoy viendo a mi mujer planchando mientras lleva puesto un bikini blanco. Gracias, Dios”

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