Y entonces recupero a Dorothea Brande, esa gran editora. Portada verde piscina, título tartamudo –“Pa-ra ser es-cri-tor” (Círculo de Tiza, mi editorial)-, un día después de haber cumplido años en una conciencia escandalosa de la virtud despiadada del paso del tiempo. A punto de enredarme en una casa/sueño  con un estudio propio -mi habitación Woolf, podría ser- y vistas al monte bajo. Tan plena en mi zozobra. Alerta y confiada.

Y Dorothea juguetona me propone un cuestionario que tanteará  si estoy preparada para escribir ficción que verse sobre las grandes cuestiones, a saber:

1.¿Crees en Dios? ¿Qué aspecto tiene?
2.¿Crees en el libre albedrío o eres un determinista?
3.¿Te gustan los hombres? ¿Las mujeres? ¿Los niños?
4.¿Qué opinas del matrimonio?
5.¿Consideras que el amor romántico es un engaño y una trampa?
6.¿Crees que el comentario “todo seguirá igual dentro de cien años” es profundo, frívolo, verdadero o falso?
7.¿Cuál es la mayor felicidad que eres capaz de imaginar? ¿Y el mayor desastre?

Maldormida y colgada de las horas asumo el reto, quién dijo miedo:

1.No sé qué aspecto tiene lo que no veo, ni huelo ni toco, ni me grita ni me duerme. Diría Dorothea que dios tiene el aspecto de mi sed, el contorno del vaso que no  sacia. Y que me impresiona pensar que todos esos millones de almas que dicen creer en él en la iglesia los domingos probablemente no coincidan en absoluto en su idea de Dios. Y que si lo nombraran en voz alta, colores y perfiles, sería tal el cisma que se abrirían los suelos de los templos y volvería la fe de los egipcios antiguos con nombres fantasiosos y comida en las tumbas.

2.Creo en los grises, salvo en el gris empolvado, esa cosa tan cursi, tan antigua que casa con el collar de perlas de dos vueltas. No tengo edad aún, las miro con recelo, imagino una horca y una muerte con drama en lenta caída de cuentas, tan almodovariana, tan Ozon. El libre albedrío es una trampa, una puerta que te lleva a otras puertas, matriuska endemoniada, hámster a la carrera en una rueda de fuego. El determinismo, coartada de vagos y cobardes. De espíritus exhaustos que podrían ser héroes si no fuera porque hay que caminar por suelo de faquir. No lo contemplo.

3.Me gustan algunos hombres y  mujeres, esos que escojo y me escogen, o que el azar sienta a mi diestra en una velada rollo y sucede el milagro del entendimiento sin nombrar lo concreto, como un rayo de luz que se dispara y choca y te devuelve tu yo más concentrado y esquivo.  Los niños en conjunto no me gustan porque tengan la infancia, tesoro fugitivo. Odio a los caprichosos y a los maleducados. Si acaso me sorprende cómo miran,  luz nueva como  gomas de borrar de nata de cuando fui pequeña. La tersura de la falta de ruidos, de amarillentos resabios que vendrán,  telarañas de viejo muy reviejo.
Tampoco admiro ni enaltezco la juventud per sé, se cura con los años y es un alivio no ser su prisionera ni estar aún humillada por heridas del cuerpo. Eso de ser mayor. Bendito sea el momento en que me hallo, su entusiasmo vital sin alharacas. Cuerpo que me responde, mente tensa.

4.Del matrimonio opino que es una apuesta como la Bonoloto o las quinielas, pero mucho más cara y farragosa.

Matrimonio

5.El amor romántico es mucho más que un engaño o una trampa, amiga Dorothea. El sueño de una noche de verano sin un Shakespeare que valga. Una velada al raso desgranando su nombre, como lluvia de chispas bermellón y diamante. Masa de decepciones y quebrantos.

6.Aburrido, me parece aburrido y redicho. Relleno de conversaciones que languidecen. Cero a la izquierda. Nadería.

7.La calma radical, la confianza, el tiempo detenido con brisa de limón y una de Bach. Pulmones llenos, templanza y resiliencia. ¿El mayor desastre? El miedo desbocado,  mi vida sin mis hijas y la imaginación. Ese espacio tan bello y sin paredes que todo lo hace cierto y deseable. Y a veces se describe con palabras.

Ansiosamente tuya, y a la espera de ningún resultado de este test, trampa para escritores y arribistas.