Mi querida Big-Bang:

Estoy a punto de cuadrar un círculo, y la excitación no me deja dormir. Sí, dirás que cuando no es por H es por B, pero entiende que a mí lo que me ponen son los desafíos extremos y, como no he sido seleccionada para concursar en Pekín Exprés con mi hermana y gritarnos cual verduleras con las mochilas esas tan poco trendy, me tengo que conformar con la geometría inexacta, la química etílica y las fantasías filosófico existenciales al estilo de “la Chopped”, esa ínclita jefa que tuve un día y que se ponía cachonda citando a Shoppenhauer sin haber leído nada.

Yo, puestos a citar, suelo decantarme más por Estrellita Verdiales, Lolita Flores, Manolo el del bombo o cualquiera de los presentadores de Intereconomía. Gente que nos regala verdades como puñetazos sin anestesia local. ¿Quién quiere sutileza y manipulación destilada cuando puede tener el plato servido a pelo, sin ceremonia y con las patatas fritas cortadas bien gordas y duras por dentro? A mí, ya sabes, en el fondo me mola el canibalismo, eso que solíamos practicar los humanos cuando aún no caminábamos demasiado erguidos. Pero como está mal visto me conformo con comerme los chuletones de Ávila casi crudos y las palomitas a puñados.

En realidad, somos lo que hacemos cuando nadie nos ve. La medida en la que hemos domesticado (o no) nuestros instintos en la intimidad nos marca y nos define. Y yo no puedo ser más fina y segura, como el anuncio, pero como me has pedido que me libere de cargas y lastres innecesarios o mi terapia fracasará, me he vuelto un poco orangután. A veces me sobran los cubiertos, amontono los platos en la pila, dejos abiertos los botes de las cremas y apoyo los pies en cualquier mesa al estilo Aznar en el rancho de Bush. Ya si descendemos al proceloso territorio del sexo, ni te cuento, que esto lo leen niños y luego me vienen las madres con el libro de reclamaciones. Que si soy contraproducente para el equilibrio vital de toda una generación, que si su Manolito me lee a escondidas, junto con las revistas porno, que si la abuela fuma…

Hipócritas. Eso es lo que son. Me censuran a mí pero escuchan sin vendas a mi amigo don César Vidal es Es.Radio cada noche. Eso sí que es pornografía barata, akelarre de bajos instintos envueltos en frases contundentes y presuntamente bienintencionadas. “Yo es que soy muy sincero”, decía aquel, y nos echábamos a temblar. Casi tanto como cuando escucho esa coletilla abyecta del “como digo yo”. Al parecer, la contención de bajas pasiones no ha llegado al territorio del lenguaje. Y si las palabras se vomitan sin prevención ni medida, cualquier intento de civilización está perdido.

Así que mi objetivo de hoy será la censura de todo caníbal que ose hablar sin tino. Sellaré la boca a los reyes del gerundio y de los subjuntivos encadenados. Pondré coto a las interjecciones, a las onomatopeyas y a las rimas consonantes. Pobre del que incurra en una discordancia o en una extravagancia innecesaria. Soy una mujer con un rotulador rojo en la mano, y en nombre de la libertad y los instintos voy a aplacar tres o cuantro pasiones innecesarias. Esto sí que es cuadrar el círculo y lo demás es Shoppenhauer.