La etiqueta “cine independiente” se inventó para tener una coartada intelectual que te permita ir a ver una película titulada “El amigo de mi hermana” sin sonrojos. Con título sospechoso, sí, de comedia comercial para estómagos poco exigentes, pero con la vitola sesuda del festival de Sundance, ese reino donde mi querido Robert Redford enseñorea sus mechas cada año e invoca a los próceres del llamado cine de autor (o “de arte y engaño”).

Con un arranque prometedor, la cosa va derivando a lo previsible,  y sí, parece independiente porque está rodada en Seatle, y tiene esa textura que otorga la luz grisácea, el frío cromático al borde de un lago con dos bellas actrices -una de ellas, Rosemary De Witt (bella hasta doler)  encarna a una lesbiana, -ohhhhhh, qué independiente- y la otra, Emily Blunt, a la amiga de toda la vida que en realidad está loca y profundamente enamorada de su amigo (pura real life). Y en una noche la lesbiana se acuesta con él, y rompe a propósito el condón para quedarse embarazada, y cuando la otra se entera se pone toda loca y el chico se las pira dejando el gallinero doméstico alterado. Super, super, indie…

Cuatro bodas y un funeral

En mi búsqueda obsesiva de la verdadera modernidad no dejo de descubrir imposturas, y que el dios de los modernos me perdone. Para mí “bajo presupuesto” no equivale a “argumento rompedor”, ni lesbiana maciza con aspecto de guitarrista de grupo canalla a “transgresión”. Porque al final -y dejad de leer los que pretendáis ver esta peli- las cosas se recolocan en un final pintado con brocha gorda y al que nos conducen sin sutileza, por el túnel de la obviedad y con carencia absoluta de más evolución de personajes que meterse en la cama o salir en bicicleta a pedalear con furia.

Lo que me lleva a una conclusión, al verdadero hecho diferencial de la película. Aquí nadie se acuesta solo. El protagonista comparte sábanas con las dos hermanas, y las dos hermanas duermen juntas y el realizador planta cenital su cámara y muestra sus perfiles perfectos. Hay un trío, aunque para ello habría que sumar secuencias. Y sí, un trío incestuoso no deja de ser provocador, absolutamente indie.

Así que propongo hacer un outing a mis modernos. Y para dar ejemplo, reconoceré sin pudor que adoro la comedia romántica los viernes por la coche. En casa, con las Chukis y una enorme pizza sobre la mesa.  Que he visto “Love Actually” tres o cuatro veces, “Cuatro Bodas y un funeral” otras tantas, que yo también me enamoré de Gerard Depardieu en “Matrimonio de conveniencia”, que…

Aunque nuestro top plan lo encabeza “Descalzos por el parque”. Y el protagonista, tachán, es Robert Redford, Mr. Indie. Y me parece que sigue siendo moderna porque rompe estereotipos y desbarata a una suegra estirada y la pone en brazos de un pirado mientras los protagonistas pasan frío en un apartamento hostil donde siempre hay una botella de whisky.

Y todo lo demás son poses, argucias para tranquilizar las conciencias de esos que han elegido el tortuoso camino de la modernidad que a veces, tan a menudo, se asemeja mucho a la mamarrachada.