Mi querida Big-Bang:

Odio a las mujeres que hablan con detalles de su regla, sobre todo si se refieren a ella como “periodo” o “menstruación”. El campo semántico de las hormonas debería ser erradicado enterito del diccionario, cual territorio arrasado por las fuerzas del mal. Vade retro furia desatada, desazón perpetua, hinchazón letal. Calendario rojo, venganza de la naturaleza perpetrada a mala uva por alguien con humor excatológico y mucha mala leche. (Y no pienso citar a Darwin, que bastante tuvo con soliviantar al clero, el hombre).

Me odio a mí misma cuando dejo que esa tormenta de estrógenos me convierta en un ser poseído. Una diablesa con el tridente listo para ensartar pobres víctimas que pasaban por allí. Digamos que el SPM (léase síndrome pre menstrual) es una PDM (putada de muerte) y cerremos el asunto.

Bien, lo que quería contarte es que cinco mujeres con sus hormonas all included nos disponemos a viajar al moro. Descuida, se nos pasó la edad del porramen, así que lo más extremo que haremos será bailar la danza de los siete velos pelvis contra pelvis.

Cinco huríes quitándose la palabra de la boca son una traca valenciana encendida 24 horas. Un campamento adolescente que no duerme y bebe lingotazos a escondidas, mientras evoca el primer morreo en la oscuridad de un cine o muestra salvaje su nueva y rechinflante depilación brasileña.

Como soy perra vieja, lo primero que he metido en la maleta es el GPS. Soy la candidata número uno a perderme en el bazar, y no querría terminar mis días como parienta de un tipejillo que encurte y tiñe pieles de cabra. Tanto glamour para semejante destino!

Muerdo la magdalena y viajo al pasado. A esa primera África con novio reciente, no mucho tiempo atrás. Y la maldición en forma de SPM, erupción salvaje y mal de Moctezuma, todo a la vez. Yo quería morir y me arrastraba por la habitación apagando luces aquí y allá, en una coreografía grotesca que hubiera hecho las delicias de los Tricicle. O de los Monthy Pyton.

No, esta vez comparto cama con mi hermana y es relajante saber que, pase lo que pase, no habrá tensión. Volveremos al pasado, a los días de cuarto compartido y charletas largas y estrechas, como los menús gastronómicos. Sí, la excitación del viaje con novio nuevo es explosiva y volátil, pero donde estén las risas duracell de cinco tías que se quieren, que se quiten el fútbol y los toros.